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España: 17 comunidades, 50 provincias y Venezuela
Elecciones, Donald Trump, Eurovisión, la Champions... Todo el mes de mayo resumido desde las alturas.
España se organiza en diecisiete comunidades autónomas, dos ciudades autónomas, cincuenta provincias, y Venezuela. Hay líderes políticos que se montan en un avión junto a un reportero con el que hacerse selfies y marchan a hacer las Américas en la tradición de nuestros mejores artistas: el repertorio incluye lágrimas de cocodrilo y comparaciones del pueblo venezolano con las víctimas de ETA. Mientras portadas a todo color recogen la gesta del héroe transatlántico, nuestro Gobierno encarga al Consejo de Seguridad Nacional que se ocupe de lo que acontece en el país caribeño. ¡Qué chévere!
En la otra América, la del norte, un jinete del Apocalipsis llamado Donald Trump cabalga en las encuestas. Siembra odio y recoge fanatismo, o al revés, que en esto de la sinrazón rige siempre la propiedad conmutativa. Si Hillary no lo remedia, George Bush a su lado nos va a parecer una hermanita de la caridad, un respetable estadista.
El mundo es una ópera bufa. Asistimos a la hipnótica imagen de un barco que se da la vuelta en el mar arrojando decenas de inmigrantes a las aguas como si de un gif se tratase. Play. Termina. Play. Y a otra cosa.
Australia a punto de ganar Eurovisión y el Atleti la Champions. Dios no existe, y si existe, no es colchonero. O es masoquista. Bien pensado, eligió colgar de una cruz.
Seguro que Rajoy no se perdió el partido, todos conocemos sus prioridades. A la cabeza de la fuerza política más corrupta de la historia de la España, que ya es decir, va a gobernar otros cuatro años, apoyado en la abstención de PSOE y Ciudadanos. España ha dejado de dividirse en el bloque Izquierda-Derecha, y ha pasado a hacerlo en torno a estos dos otros conceptos: Régimen de 1978 – Pablo Iglesias y asociados. El primero está compuesto por PP, PSOE y Ciudadanos, que defienden la actual Constitución con su indisoluble unidad de España y el actual modelo económico. El segundo lo conforman Unidos Podemos y los partidos nacionalistas periféricos (los tres anteriores podrían denominarse nacionalistas centralistas), que propugnan referendums de autodeterminación y algunas alternativas al modelo capitalista. Los primeros transitan por una calzada romana, de piedra, antigua, necesitada de reformas, pero de ruta conocida y para muchos más segura. Los segundos quieren construir un autopista hacia el cielo ( y asaltarlo si se puede), un camino mucho más incierto y lleno de peligros, pero por ello también más ilusionante.
Construir una autopista requiere tiempo. Y muchas veces se termina pagando un peaje toda la vida. Reformar una vieja calzada cuesta menos, pero es una batalla perdida contra el tiempo. Lo que es seguro es que, calzada o autopista, las piedras las tendrán que colocar los mismos de siempre.