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No sabe, no contesta

La alcaldesa se quitó de en medio aduciendo que el servicio de limpieza está “externalizado”. Cuando se trata de colgarse una medalla hay tortas por figurar en la foto, aunque el mérito sea de otros.

Madrid está lleno de basura, pero Ana Botella “espera”, “confía” en que no afecte a los ciudadanos. Un tren se accidentó en Santiago de Compostela y murieron 80 personas. Misteriosamente, Adif y Renfe no sabían decir quién era el responsable de ese tramo de la ruta. La palabra ‘responsabilidad’ tiene que ver con ‘responder’ y en España hace tiempo que nadie responde.

No responde el presidente del Gobierno, que comparece a través de una pantalla de plasma, ni innumerables dirigentes políticos, que convocan comparecencias de prensa donde no están permitidas las preguntas. Vivimos en un país de irresponsables.

El caso de la huelga de basuras es paradigmático. La alcaldesa se quitó de en medio aduciendo que el servicio de limpieza está “externalizado”. Cuando se trata de colgarse una medalla hay tortas por figurar en la foto, aunque el mérito sea de otros. Y es llamativo que en España son especialmente irresponsables los que precisamente cobran sueldos astronómicos por responder.

En la memoria el gesto de Aznar cuando introdujo un bolígrafo en el canalillo de la periodista Marta Nebot para no contestar a una pregunta incómoda. El ya célebre “lo segundo, ya tal” de Rajoy, o el debate electoral televisado entre Rubalcaba y Rajoy, cuando el líder socialista –entre otras cosas– preguntó al entonces candidato si suprimiría el matrimonio homosexual en el caso de llegar al poder. No hubo respuesta.

Un caso reciente fue el de la periodista Irene Castro, que osó preguntar en la Zarzuela quién iba a pagar las operaciones quirúrgicas del Rey. El columnista de ‘Abc’ Antonio Burgos bramó escandalizadísimo: «¿Hubieran osado preguntar eso mismo en el Palacio de Buckingham?». En España está mal visto preguntar, porque responder (ser responsable) parece que nunca toca, que no va en el sueldo ni en el cargo.

Y más reciente el caso de la periodista Ana Pastor quien al entrevistar el otro día a Esperanza Aguirre recibió varios comentarios cargados de maldad: “Soy la política que más responde, tanto que estoy aquí en su programa, al que no quiere venir nadie”. Y un comentario todavía más atroz: “Espero que no tengamos aquí un ‘miscarriage’ (aborto espontáneo)”. Aguirre consiguió mostrar en una sola frase su excelente formación (habla muy bien inglés) y su pésima educación.

No sucede sólo en política, el caso es especialmente sangrante en grandes empresas donde aquellos que deberían encargarse de dar la cara ante malos resultados económicos, o a la hora de poner en la calle a empleados, se esconden en los despachos. No sólo no son penalizados por esa cobardía, en muchos casos son incluso premiados, promocionados por huir de su responsabilidad.

Mientras tanto, en este Madrid lleno de basura, cuyas calles se han convertido en el retrato más fiel del lugar al que nos llevan las políticas ultraliberales, los que decidieron ofrecer esos contratos de limpieza, los que cantan las glorias de la privatización, una vez más se esconden. Esta vez no están de fin de semana en Lisboa. Están de fin de semana permanente. Y da igual. Sí volverán a dar la cara en los carteles electorales y volverán a ser votados. Aunque no respondan, porque parece que en España la irresponsabilidad está bien vista y, como siempre, recibirá premio.

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