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Ramon J. Moles: “La formación de los Mossos se ha desconectado de la sociedad”

El director del Centro de Investigación en Gobernanza del Riesgo de la UAB, Ramon-Jordi Moles, considera "especialmente grave" la incapacidad de mandos políticos y policiales de construir un relato creíble sobre casos como el de Ester Quintana o la muerte de un hombre en el Raval

BARCELONA // Tras la polémica suscitada por las últimas actuaciones de los Mossos d’Esquadra, como el caso Ester Quintana o la muerte de un empresario en el Raval, y la gestión que de estos casos ha hecho el propio cuerpo y los responsables políticos, el doctor en Derecho y profesor en la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) Ramon- Jordi Moles, apunta a los déficits en la formación de los policías que propició el rápido despliegue del cuerpo.

Moles dirige el Centro de Investigación en Gobernanza del Riesgo de la UAB, dedicado a contribuir a la comprensión y gestión de los riesgos emergentes en ámbitos diversos como la salud, la educación, la mobilidad, las tecnologías o la sociedad. La educación de los agentes, defiende, ha perdido la intención inicial de estar conectada con la sociedad y ha quedado en manos del propio cuerpo, en donde la ética, señala, ha pasado a ser una cuestión meramente consultiva.

Hace unos días, publicaba un artículo en El Periódico en el que planteaba que se debe re-formar a los Mossos. ¿En qué sentido?

Aquí hay dos cuestiones importantes. Una es la evidencia de que se están produciendo hechos sobre los cuales ningún responsable político ni ningún responsable operativo de los Mossos d’Esquadra es capaz de construir un relato creíble que permita avaluar estas actuaciones. Por ejemplo, el caso de la pelota de goma de la señora Quintana, o los recientes hechos del Raval. Esto es especialmente grave si nos referimos a un cuerpo policial con funciones de policía judicial, porque precisamente ésta es su función. Pero existe un elemento aún más importante, que es muy anterior a cualquier actuación policial, que es cómo se forman los policías.

¿No tienen una formación adecuada?

En un momento determinado la opción política fue desplegar lo más rápidamente posible el cuerpo de Mossos d’Esquadra sobre el territorio para poder asumir las competencias en materia policial. Esto, traducido al ámbito operativo, significa tener que disponer de un cuerpo de entre 15.000 y 18.000 efectivos en la mayor brevedad posible. Evidentemente esto va en detrimento de la calidad de la formación. Además puede implicar, y de hecho implica en algunos casos, una rebaja de las condiciones de acceso. Pero hay algo mucho más preocupante, que es el control que sobre esta formación tiene el propio cuerpo policial. Es como si la formación de médicos la hiciese el Colegio de Médicos y no la universidad.

¿Cómo se concreta este control?

En este caso tenemos un organismo, el Instituto de Seguridad Pública de Cataluña (ISPC), donde el peso del cuerpo policial en los contenidos y las estructuras formativas es, a mi entender, excesivamente relevante. Hay unos instructores que controlan la dinámica de los grupos, hay unos programas formativos que se están haciendo a partir de criterios del cuerpo, y las conexiones con la sociedad civil son mínimas. Esto es totalmente absurdo, porque este instituto hace funciones de formación profesional.

En el caso de los mandos policiales, si necesitan formación superior y quieren estar conectados con la sociedad, lo que deben hacer es ir a estudiar a la universidad, que es donde se hace la formación de nivel superior en este país, no inventarse ellos un título universitario para impartírselo ellos mismos.

¿Este es el modelo que se ideó desde el principio?

No. Cuando nació la Escuela de Policía de Cataluña lo hizo con la idea de que era una escuela conectada a la sociedad, donde las actividades docentes tenían que estar en manos de profesionales de la formación en este ámbito, y donde quien tuviese alguna cosa que decir con conocimiento de causa pudiese educar. Esto, poco a poco, se ha ido perdiendo. Cada vez, más el ISPC (que sustituyó a la Escuela), ha quedado en manos del control del propio cuerpo, por lo cual el sistema de promoción interna, el sistema de formación continua, etc. acaba siendo tributario de las propias dinámicas del cuerpo. Hemos perdido aquello que era muy importante, que era formar a los agentes en la comprensión de la sociedad a la cual tienen que servir.

¿Todo ello tiene incidencia en la falta de autocrítica, de voces discordantes y el corporativismo que vemos en los Mossos?

Exactamente. Hay un caso flagrante. ¿Qué ha pasado con el comité de ética de la policía? Que ha acabado degradado a la categoría de órgano consultivo. ¿Qué sucedió con el código ético? Que acabó siendo derogado. Que la ética pase a ser una cuestión meramente consultiva en el cuerpo es grave, pero es que esto es el resultado de un determinado tipo de formación, donde la ética acaba siendo una asignatura que se puede aprobar memorizando. Este tipo de cosas se deben comprobar en la práctica, y los agentes deben estar sometidos a un proceso de evaluación continua.

A veces uno puede tener la sensación también de que los responsables políticos están en manos del cuerpo policial y no al revés…

Sí, de hecho hay evidencias. Ya hemos tenido una dimisión de un director general, probablemente en el futuro habrá más, y esto no ha cambiado absolutamente nada. Estamos inmersos en una dinámica que en general va a peor. Sobre lo que ha pasado con el tema Quintana o el del Raval, serán los jueces quienes dirán qué ha pasado. A mí lo que me alarma no son tanto las imágenes como el hecho de que no haya nadie que pueda dar una explicación razonable. Vaya por delante que tenemos un cuerpo que creo que en general está a la altura de las circunstancias, y que hay miles y miles de profesionales que hacen muy bien su trabajo, pero esto no quita que nos encontremos con problemas concretos que, cuando van siendo reiterados, acaban generando alarma.

En la época de Joan Saura (ICV) al frente de Interior hubo muchas críticas entre el cuerpo por la instalación de cámaras y el código ético. Después, llegó Felip Puig (CiU) y trató de ganarse al cuerpo suprimiéndolo.

Aquí tenemos un problema, que es la cultura política. En este país los políticos olvidan que a quien deben servir es a la ciudadanía, no a los cuerpos de funcionarios, y lo digo yo, que soy funcionario. Es decir, el cuerpo de funcionarios es un instrumento para desarrollar unas políticas públicas determinadas. El objetivo es que este instrumento cumpla con la finalidad para la cual ha sido diseñado. Cuando condicionamos la realidad a la lógica de un cuerpo, sea el que sea, estamos faltando al respeto de la ciudadanía.

¿Esta falta de un relato creíble puede generar que los ciudadanos pierdan la confianza en su policía?

Sí, esta es una consecuencia injusta, podríamos decir que es un daño colateral de ninguna manera deseado, pero puede acabar sucediendo.

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