Los socios/as escriben
La conferencia política del PSOE y el escorpión
En julio de 2011 Alfredo Pérez Rubalcaba dio su primer discurso como candidato; un discurso de una hora en el que explicaba su propuesta política. Rubalcaba contaba en un tono didáctico y hasta convincente el retorno del PSOE a la socialdemocracia. Hablaba el candidato de someter democráticamente a los poderes económicos, obligando incluso a los bancos a destinar sus beneficios a la creación de empleo. Un mes después, en agosto, Rubalcaba votaba con todo su grupo y con el PP la reforma express del artículo 135 de la Constitución para someter todos nuestros derechos al pago de la deuda. El discurso socialdemócrata duró lo que le permitieron que durara quienes mandan, esos poderes financieros a los que un mes antes por fin sí iba a someter el PSOE. No sólo no hubo giro hacia la socialdemocracia sino que el PSOE constitucionalizaba el saqueo.
En aquel discurso Rubalcaba se mostró receptivo a las demandas del incipiente 15M y anunció una reforma de la ley electoral. Por supuesto aquella promesa no era para la legislatura en vigor (en la que el PSOE gobernaba) sino para la próxima. En la siguiente legislatura Rubalcaba perdió estrepitosamente las elecciones. Pero la primera ocasión que tuvo el PSOE de evidenciar el cambio demostró que estaba dispuesto a perder el gobierno con tal de mantenerse firme en sus convicciones: para mantener una ley electoral que potencie el bipartidismo se ha quedado en minoría en minoría en Asturias violando sus compromisos para la investidura. Para el régimen del 78 es estructural potenciar el bipartidismo. Y el PSOE es capaz de suicidarse (y regalarle mayorías absolutas falseadas a Rajoy en el Congreso y Cospedal en Castilla-La Mancha) con tal de no desviarse de su naturaleza de partido de régimen.
Anda el PSOE preparando una conferencia en la que revisar su discurso político. Ha hecho un montón de mesas y ponencias. Previsiblemente culminará con un giro a la izquierda, propuestas de regeneración de la democracia, defensa de derechos sociales, lo que haga falta… Pero el problema del PSOE no está en su discurso, que puede reciclar cuantas veces sea. El problema del PSOE no es siquiera del PSOE sino del conjunto de la socialdemocracia europea.
El reformismo socialdemócrata tuvo su origen en una toma de conciencia de que el capitalismo tenía entre sus fortalezas una infinita flexibilidad, lo que le permitía adaptarse contrarrestando toda amenaza revolucionaria: dada la imposibilidad de la revolución, los socialdemócratas apostaban por reformas que mataran al capitalismo y trajeran el socialismo. Era una táctica inserta en el orden dentro de una estrategia supuestamente contra el orden. Otro de los factores que, según los socialdemócratas, imposibilitaban la revolución y hacían aconsejable el reformismo era que ante una crisis económica la banca regaría de dinero al Estado haciéndole resistente a las condiciones objetivas para la revolución.Tras la Segunda Guerra Mundial esa flexibilidad del capitalismo incorporó las tesis socialdemócratas como instrumento de defensa frente a la amenaza soviética. Los partidos socialdemócratas vertebraron el capitalismo, un capitalismo que se permitía insólitas conquistas sociales que le eran funcionales. En ese trance los partidos socialdemócratas pasaron de ser partidos contrarios al orden a ser partidos de orden. Tal giro terminó de consolidarse cuando el capitalismo abandonó a la socialdemocracia y de la mano indistinta de partidos conservadores y socialdemócratas (Felipe González, Mitterrand) giró al neoliberalismo con la ayuda inestimable de la CEE-UE. Los partidos socialdemócratas se convertían en partidos que eran antes partidos del sistema que socialdemócratas. Si para demostrarlo toca privatizar, precarizar el trabajo, rescatar bancos… se hace porque está en la naturaleza de los partidos socialdemócratas como partidos de orden. Es lo que explica Jáuregui al decir que el PSOE tiene un alma republicana, pero que sobre todo el PSOE no es partidario de poner el país patas arriba. Lo importante es no poner nada patas arriba. Todo es negociable menos mantener el orden.
Hoy el capitalismo no es aquel sistema flexible que justificaba el reformismo socialdemócrata. Probablemente vivimos la fase de mayor rigidez del capitalismo. Si en otras épocas el capitalismo respondió a sus crisis mutando (en socialdemócrata, en neoliberal…) en la presente crisis el capitalismo sólo ha sabido responder radicalizando el modelo que generó la crisis, el neoliberalismo. Asimismo ya no es la banca la que salva al Estado de su crisis sino, al revés, el Estado el que rescata a la banca con créditos a bajo interés y emisión de deuda a alto.
Esa rigidez extrema de este capitalismo en crisis permitiría que el discurso socialdemócrata hoy fuera uno de los que armara una parte de la oposición al orden establecido. Políticas económicas como las de Olof Palme hoy serían consideradas tan rupturistas como las que en América Latina introducen los gobiernos bolivarianos. Hoy reforma también es revolución. La división hoy más que entre revolucionarios y reformistas es entre demócratas (quienes pretendemos arrebatar el poder a los mercados y ejercerlo como pueblo) y colaboracionistas con la dictadura de los mercados.
El problema de los socialdemócratas (no sólo de los españoles) es que durante estas décadas han decidido mutar su ADN, acomodarse como la pata funcionalmente social del sistema y evidenciar cada vez que toca ubicarse (entre Syriza y la troika en Grecia, entre Merkel y La Izquierda en Alemania, entre el Estado social y la reforma del artículo 135CE en España) que, como el escorpión del cuento, sea cual sea la promesa, el colaboracionismo con los poderes reales (no poner el país patas arriba) ya está en su naturaleza.
Este fin de semana el PSOE hará un ejercicio probablemente muy aparente. Como aquel discurso de Rubalcaba que anunciaba un cambio de 180º un mes antes de la reforma de la Constitución. Uno estaría dispuesto a apostarse algo a que las conclusiones de su conferencia serán muy parecidas a aquel discurso de julio de 2011. Rubalcaba recuperó el discurso de siempre pero no mutó el ADN para hacerlo creíble. Y a la primera investida el escorpión picó aún sabiendo que ello le supondría el hundimiento.
El escorpión del cuento encontró un discurso perfecto para que la rana aceptase llevarlo al otro lado del río. Pero como no había cambiado de naturaleza el escorpión se hundió. Y para hundirse mató a la rana. A la que había engañado, de nuevo, con aquel discurso contrario a su naturaleza. Los socialdemócratas no necesitan un nuevo discurso sino un nuevo ADN. O incluso un ADN viejo.
impecable.