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Conocer o no conocer, ese es el problema

El autor presenta un informe en el que se identifica a los grupos de la oposición armada en Siria comprometidos con "un sistema político democrático"

[Artículo publicado originalmente en Aish para presentar el informe de Arab Reform Initiative sobre Siria]

No puede negarse que lo que empezó en Siria como una revolución popular pacífica —en la estela de Túnez y Egipto— en favor de la dignidad, la democracia y la justicia social se ha convertido en un conflicto internacional en el que los alineamientos sectarios y los intereses foráneos ocultan cada vez más el impulso original y a sus actores locales.

Otras veces he enumerado las causas de este deslizamiento de la atención, que es en parte real y en parte ficticio. Las causas reales son al menos tres. La primera, sin duda, es la feroz represión de la dictadura, que ha matado, desterrado o encarcelado en dos años a varias generaciones —cientos de miles de personas— de militantes y líderes democráticos, y ello con el apoyo armamentístico de Rusia y la colaboración militar de Irán y Hizbullah. La segunda tiene que ver con la intervención de las potencias exteriores, especialmente Arabia Saudí, que han financiado y financian a los sectores «rebeldes» más reaccionarios; es decir, los grupos yihadistas próximos Al-Qaeda, muchos de cuyos miembros fueron liberados de las cárceles sirias por el propio Bachar Al-Assad en los primeros meses de las revueltas. Como es sabido, estas milicias islamistas, todavía minoritarias, han adquirido una importancia creciente por su capacidad militar sobre el terreno, lo que las convierte en polo de atracción de muchos jóvenes milicianos, desesperados por su inferioridad armada. Todos los testimonios indican que estos grupos, y particularmente el Estado islámico de Iraq y el Sham (Da’esh, por sus siglas en árabe) y el Frente Nusrah, se apoderan de las zonas liberadas por otras milicias y tratan de imponer mediante el terror la «ley islámica», alimentando además las divisiones sectarias, en una estrategia que solo beneficia los propósitos del régimen de acabar con la revolución democrática y de legitimar la dictadura.

La tercera razón tiene que ver con la falta de apoyo y de solidaridad de que han sido víctimas los sectores democráticos —laicos, islamistas moderados y de izquierdas— que pusieron en marcha la revolución. Solo el más demagógico anti-imperialismo de salón puede hoy negar que EE.UU. no solo no han querido nunca intervenir militarmente en Siria sino que, de hecho y más allá de declaraciones retóricas, ha contribuido muy poco a minar el régimen de Damasco: su objetivo ha sido más descascarillarlo que tumbarlo, siempre pensando en Israel, como lo demuestra la iniciativa de desarme químico de Siria, que tranquiliza al Estado sionista mientras relegitima a Bachar Al-Assad y le concede una tregua de muchos meses, si no de años. En cuanto a la izquierda árabe e internacional, se ha movido entre la impotencia, la indiferencia y el apoyo explícito a la dictadura.

En lo que atañe a las causas «ficticias» de este desplazamiento de la atención, hay que señalar el papel de los medios de comunicación, tanto comerciales como alternativos. Tras el breve paréntesis de las primeras revueltas, cuando los medios occidentales descubrieron que en el mundo árabe había dictaduras y —contra ellas— poblaciones con ambiciones democráticas, se ha restablecido la peor normalidad: un poco por pereza, un poco por manipulación, la islamofobia vuelve hoy a centrar los noticiarios y los análisis. Al-Qaeda regresa con fuerza, no solo porque la dictadura assadiana y la guerra civil le ha franqueado un terreno propicio (como antes en Iraq la invasión estadounidense) sino también porque la amenaza islamista, con el racimo de clichés que la acompañan, encajan mejor en una visión del mundo que parecía haber quedado atrás.

Por desgracia, a esta islamofobia garrapiñada de estereotipos, que la izquierda siempre denunció como instrumento de intervención neocolonial, se han sumado hoy algunos sectores pretendidamente anti-imperialistas que prefieren una simplificación coherente a un conocimiento honesto de la realidad. Así, ni los medios comerciales ni los alternativos tienen interés alguno en conocer lo que está pasando dentro de Siria; salvo contadas excepciones, todos reproducen el mismo esquema binario: frente al régimen de Damasco (más o menos malo, según las versiones), todo el campo llamado «rebelde» se vería reducido a una horda de islamistas feroces dispuestos a imponer la sharia con los medios más criminales. La victoria de este esquema es en realidad la victoria de Bachar Al-Assad y es muy triste —como indicaba hace poco el periodista libanés Khaled Saghiya— escuchar a un sector de la izquierda utilizar contra la amagada intervención de EE.UU. en Siria los mismos argumentos que utilizó EE.UU. para intervenir en 2003 en Iraq: la lucha contra el terror islamista.

Por eso es muy importante el informe elaborado por Arab Reform Initiative, una asociación fundada en 2005 y apoyada y financiada por una constelación borrosa de think tank e instituciones, unas más «independientes» que otras (desde el egipcio Ahram Center for Strategic Studies o el estadounidense US Middle East Proyect a la española Casa Árabe). Su directora ejecutiva y autora del informe, Bassma Kodmani, es una investigadora siria, especialista en la zona y, durante algunos meses, miembro y portavoz del Consejo Nacional Sirio opositor al régimen de Damasco. Tanto sus credenciales como su trabajo la convierten en una fuente autorizada, con independencia de que coincidamos o no con su horizonte ideológico, más liberal, desde luego, que marxista. El lector medirá la importancia de su investigación leyendo los resultados: en un momento en el que nadie quiere recordar el original impulso democrático de la revolución siria y todos parecen preferir ver solo un tipo de rebeldes, Empoderando a la resistencia democrática en Siria —título de la investigación— revela toda la complejidad y riqueza de los grupos de oposición armada a la dictadura.

Su propósito no oculto es el de recabar ayuda para los sectores democráticos que luchan sobre el terreno al mismo tiempo contra el régimen y contra los yihadistas; para ello hay que enumerarlos, nombrarlos, identificarlos, definirlos, valorar sus fuerzas: un conocimiento, en fin, que solo puede ser desdeñado por quienes no desean el triunfo de la democracia en Siria, por quienes desean —más explícitamente— la victoria de la dictadura o por quienes, en cualquier caso, prefieren una idea simple, aunque equivocada, a un conocimiento detallado de la realidad que podría eventualmente obligarlos a tomar partido. Si de lo que se trata es de aferrarnos a nuestras ficciones ideológicas, dejemos a un lado este informe; si de lo que se trata es de conocer —condición fundamental de todo proyecto emancipatorio— la investigación de Arab Reforme Initiative pone en nuestras manos un instrumento valiosísimo para orientarnos en la niebla ensangrentada de Siria.

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