Cultura

“Para que la improvisación funcione tiene que hacerse con rigor matemático”

El cómico Alejandro Dolina está presentando este fin de semana su espectáculo 'La venganza será terrible', en la sala Galileo Galilei de Madrid

“No hacemos un programa de radio, sino un pequeño espectáculo de teatro que se transmite por radio», explica Alejandro Dolina, un cómico, escritor, músico y conductor radiofónico argentino cuyo programa lleva tanto tiempo emitiéndose que da la sensación de que cuando Colón llegó a América él ya estaba allí.  La venganza será terrible, su programa, salió al aire hace más de 20 años, tiene una media de tres millones de oyentes diarios y unas cien mil personas acuden a verlo en directo anualmente. Y ahora,  hasta el 8 de septiembre, serán los madrileños los que tengan la oportunidad de disfrutar en la sala Galileo Galilei de uno de los programas más prestigiosos de Argentina.

La presencia de público es, precisamente, una de sus señas de identidad. “Fue así desde el principio. Cuando nació el programa la gente aparecía espontáneamente para vernos en directo. Los directivos no la dejaban pasar, así que fingían ser familiares nuestros y algunos, incluso, se escondían en las oficinas de la emisora. Entonces comprendimos que no había otra forma de hacer el programa que no fuera en vivo», recuerda Dolina. Y así ha sido, a excepción de cuatro o cinco veces, durante las últimas dos décadas.

Para Dolina, al que acompañan Patricio Barton y Jorge Dorio, esta necesaria interacción con el público del café, teatro o sala en la que actúen es uno de sus mayores defectos en relación a la radio. “No pensamos en nada más que no sea el público que está presente y en el compañero que tenemos al lado, lo que deriva en que, por ejemplo, en lugar de hablar hacia el micro hablamos hacia el compañero. Se escucha peor desde la radio pero también resulta más real».

Uno de los motivos por los que Dolina no define La venganza será terrible como un programa de radio es la ausencia de actualidad. “La radio, especialmente la de hoy, vive permanentemente ligada a la actualidad. Establece conexiones con el mundo real que está fuera del estudio para que un enviado especial o un redactor que cubre una noticia relevante cuente la última hora». Una forma de trabajar que perjudicaría su programa. “Acá tratamos de construir un pequeño universo parte, sin demasiada conexión con el mundo real. Real no el sentido inmediato de la palabra, aunque sí en el filosófico».

Una afirmación que, al presenciar el espectáculo, se entiende mejor. Barton, Dorio y Dolina parten de situaciones reales para elaborar un mundo paralelo basado en la exageración, lo políticamente incorrecto y lo irreverente todo ello relatado con el característico sentido del humor porteño. Las señoras mayores y su particular modo de interactuar con los demás, la presencia sempiterna de obreros en casa e, incluso, algo de historia de la mitología griega. Cualquier excusa sirve para, sin caer en lo burdo, lo superfluo o los lugares comunes, reírse de las pequeñas complicaciones que surgen en nuestro día a día.

Otra de las grandes virtudes de este espectáculo tiene que ver con la improvisación que, aunque normalmente está asociada a la anarquía, para Dolina es todo lo contrario. “No creo en la improvisación salvo cuando sigue unas reglas. En el programa se improvisa sobre aspectos cuyo funcionamiento conocemos hace mucho tiempo. El discurso de la improvisación tiene que ser rigurosamente lógico. Para que pueda llegar a ser interesante debe tener un rigor casi matemático». Tanto es así que, aunque no llega a descubrirse qué parte de su relato es improvisado y cuál forma parte del guión, el público agradece esta frescura con carcajadas y aplausos incluso cuando no “se supone» que deberían hacerlo.

En el trasfondo de los espectáculos de Dolina siempre subyace una apelación a la inteligencia y a la imaginación de la audiencia. “No sé hacerlo de otra manera», explica el argentino. Y es un modelo que hace 20 años que lleva teniendo una enorme aceptación, a pesar de las voces que aseguran que si los programas son chabacanos, morbosos o carentes de creatividad es porque el púbico así lo ha pedido. “Quienes hacen esas comprobaciones son los imbéciles», asevera el conductor argentino, “son datos tendenciosamente comprobados».

Dolina cuenta que, desde hace algún tiempo, se ha instalado en Argentina un determinado grupo de personas que salen por radio o por televisión que se caracterizan por no hacer nada. “Profesan una moral burguesa y desprecian al que se preocupa por formarse como actor, como músico. Han impuesto una forma de pensar y hacer programas que se basan en las frases cortas y asuntos frívolos“. Y, para Dolina, lo peor de todo es que “poco a poco han ido perdiendo su humildad inicial que podía hacerlos simpáticos y ahora exhiben una superioridad moral que se basa en su propia inutilidad“.

La venganza será terrible, además de humor inteligente, parodia y surrealismo, regala un pequeño concierto ofrecido por el Trío Sin Nombre, que interpreta canciones o partes de canciones que le pide el público. Este trío, con la única ayuda de dos guitarras y sus propias voces o, en ocasiones, el piano de Dolina, recuerda al sonido de la música popular argentina, y es capaz de interpretar desde Help!, de los Beatles, hasta Alfonsina y el Mar.

En Madrid, además, han incorporado la presencia en la mesa del cómico español Luis Piedrahita, que se adapta sorprendentemente bien al particular mundo de los argentinos. Juega con ellos desde el guión y desde su propia imaginación, y ayuda a darle una pequeña dosis de humor más típicamente español al programa, lo que contribuye a enriquecerlo más aún si cabe. Más allá de la risa, de la casi desconocida sensación de que te traten como a una persona inteligente o de que mimen tus sentidos con una música cuidada, el espectáculo tiene aún una virtud añadida: es gratis.

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