Sociedad

“Las renovables no son una moda de hoy”

Con 66 años, Pep Puig ha dedicado la mitad de su vida a construir una alternativa energética al oligopolio de UNESA desde el lado de la eólica. La empresa, cooperativa, llegó a ser referencia mundial

Paquetes procedentes de EEUU y Australia llegaban a casa de Pep Puig (Vic, 1947) periódicamente. Corrían finales de los años 70, los paquetes portaban libros y documentación sobre energía renovable. Fueron unas minas de uranio las que introdujeron a este ingeniero nuclear catalán en el mundo de las renovables.

“El Gobierno español concedió a varias multinacionales unos proyectos para explotar minas de uranio en Cataluña, lo que provocó un movimiento en contra”, cuenta Puig, que fue profesor de energía en la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) hasta septiembre de 2012. Como ahora sucede con el fracking en determinadas zonas del norte como Cantabria, este grupo organizó charlas y conferencias para informar acerca de los riesgos sociales y medioambientales de esta práctica. “La gente nos hacía la pregunta del millón: si no explotamos las minas de uranio y el carbón, y el petróleo es finito, ¿de dónde vamos a sacar la energía? Pensé que tenía que haber una alternativa». Y la buscó. Empezó a documentarse en busca de una respuesta con todos los impedimentos de la época. “Cada vez que leía algo estaba más asombrado de la barbarie que suponía explotar el uranio. Sabíamos que había diferentes caminos. Otros países eran el ejemplo. Sólo teníamos que mirar hacia fuera”.

Pep se reunió con un grupo de ingenieros como él y formaron una cooperativa: Ecotècnia. La idea era superar las teorías de los libros que contenían los paquetes para ponerlas en práctica. “Más de uno en aquel momento pensó que estábamos locos”. Pero lo hicieron realidad. Crearon la primera empresa española que manufacturó comercialmente aerogeneradores, más conocidos popularmente como molinos de viento, que ellos mismos diseñaban. Llegó a ser pionera y referencia a nivel mundial. Y todo en forma de cooperativa.

“Nos interesaba la eólica. Mirábamos a Dinamarca, donde convencían a los herreros para que diseñaran aerogeneradores, y decidimos ponernos manos a la obra. El problema es que no teníamos ni dinero ni padrinos”. Su ejemplo demuestra que las dificultades a las que se enfrentan los sectores de la energía fotovoltaica y eólica no son nuevos. Esta empresa, que hasta 2007 (cuando fue absorbida por Alstom) había instalado más de 1.250 máquinas en España, tuvo unos difíciles comienzos.

Los 15.000.000 millones de pesetas que nunca llegaron

En 1981, el Gobierno lanzó un programa de innovación tecnológica “a bombo y platillo” . Como relata Puig, un pequeño apartado del programa estaba dirigido al diseño de aerogeneradores. Como necesitaban una estructura legal para participar, crearon la cooperativa. «Ocho personas y 80.000 pesetas de capital», recuerda orgulloso. Y ganaron el concurso, cuyo premio eran 15.000.000 millones de pesetas. “Fuimos a Madrid al acto protocolario de la firma del convenio entre el Ministerio de Industria y todos los premiados. Estaba Leopoldo Calvo Sotelo de presidente», rememora. Pero las cosas no se desarrollaron como ellos las esperaban.

«En la puerta nos dijeron amablemente que dejásemos el documento allí, que ya nos lo harían llegar. Al mes enviamos la primera certificación de actividad al ministerio y nos contestaron que no enviásemos ninguna más, que había habido algunos problemas».

Se quedaron sin el dinero del concurso. Tenían la idea, la estructura legal y los recursos necesarios para desarrollar la tecnología. Pero algo falló en el ministerio. «A cambio nos ofrecieron una línea de crédito del Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial (CDTI)». Pep explica que a esa financiación le acompañaba una condición: «si el proyecto funciona, lo tienes que devolver, si no, no». Pasaron los años y pensaron que la línea de crédito «compensaba» la ausencia del dinero ganado. Pero no. Hace unos pocos años, «el CDTI reclamó a Ecotècnia el retorno del préstamo cuando ésta fue a solicitar apoyo para el diseño del aerogenerador ECO-100 de 3 MW».

Cielo comunitario

30 años después y con 66 años, Pep se ha embarcado en un nuevo proyecto que, como ya oyese en su día, hay quien tilda de utópico. Al igual que sucede con otras iniciativas en España que tratan de colectivizar la energía extraída del sol, Viure de l’aire del cel pretende «contribuir a la democratización de la energía a través de la instalación de un aerogenerador de 2,7 MW de titularidad compartida».

El proyecto está en la fase final de autorización por parte de la Generalitat de Catalunya y esperan que en 2014 se pueda abrir a toda la ciudadanía. El lugar escogido para la instalación es Pujalt, pequeño municipio catalán a unos 100 kilómetros de Barcelona. «Tiene un funcionamiento previsto de 2.680 horas por año con una generación de 7.237 MWh/año, lo que supone el equivalente al consumo anual de unas 2.000 familias», argumenta Pep. Pero no todo queda ahí, según los cálculos de los impulsores del proyecto, «se ahorrarán entre 6.000 y 7.000 toneladas de emisiones de COal año en caso de que esa cantidad de electricidad procediese de una central térmica»

Consecuencias de «copiar mal»

A pesar de los intentos del Gobierno de sofocar todas las iniciativas energéticas que escapen del oligopolio de la Asociación Española de la Industria Eléctrica (UNESA), existe un movimiento ciudadano creciente que se opone a esta política cortoplacista desde la construcción de nuevos proyectos paralelos. «La situación a la que hemos llegado es un ejemplo de no saber copiar, ni gestionar. El Gobierno de José María Aznar copió una ley alemana y eso ha acabado en un desastre», asegura Pep.

«El quid de la cuestión es que a medida que han bajado los costes se tendrían que haber regulado las primas para que se ajusten. Esto es lo que yo entiendo que no se ha hecho bien aquí. Si el Gobierno regula de una forma que favorece la entrada masiva de capital es su responsabilidad, no de la gente que decide entrar en un juego regulado por ese mismo Gobierno. Es inconcebible que cambien las reglas con retroactividad y vayan arruinando a la gente por el camino», resume el ingeniero.

Para Pep el problema es que «los políticos no supieron seguir la evolución de la tecnología». Pero considera que no todo está perdido: «La solución está en que la ciudadanía nos empoderemos de esta tecnología y de nuestros recursos naturales. El camino del futuro pasa por un proyecto grande de propiedad compartida entre ciudadanos, vender a la red al precio de mercado y demostrar que se puede hacer para que esto abra la puerta a otros sitios. En definitiva, seguir lo que muchos estamos haciendo desde hace años, porque las renovables no son una moda de hoy», concluye.

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