Opinión
La Corte Suprema hace historia: dos pasos adelante y uno atrás
La autora analiza los tres "fallos históricos" de esta semana en Estados Unidos. La revocación de una parte de la Ley del Derecho a Voto constituye una "brutal derrota", y las sentencias sobre el matrimonio homosexual, "dos contundentes victorias".
La Corte Suprema de Estados Unidos anunció esta semana tres fallos históricos, dictaminados por cinco votos a favor y cuatro en contra. Con el primero, se revocó una parte sustancial de la Ley de Derecho al Voto, lo cual habilita a que en estados del sur se sancionen leyes electorales retrógradas que pueden privar del derecho al voto a la creciente cantidad de votantes de color. Los otros dos fallos dejaron sin efecto la Ley federal de Defensa del Matrimonio, conocida como Ley DOMA, una parodia legal que en el derecho federal definía el matrimonio como válido únicamente entre un hombre y una mujer; y la Proposición 8 de California, que prohibía el matrimonio entre personas del mismo sexo. Para quienes luchan por la igualdad y los derechos civiles, estos tres fallos constituyen una brutal derrota y dos contundentes victorias.
“Lo que hizo la Corte fue destrozar el corazón mismo de la Ley de Derecho al Voto de 1965”, dice el Congresista de Georgia John Lewis sobre el fallo de la Corte Suprema en relación a la Ley de Derecho al Voto del pasado martes. “Se trata de un importante revés. Tal vez no haya personas golpeadas hoy en día. Tal vez no se les niegue el derecho a participar o a registrar su voto. Tal vez no los cacen con perros de la policía o los aplasten con caballos. Pero en los once estados de la vieja Confederación, e incluso en algunos estados que no forman parte del sur, ha habido un sistemático y deliberado intento por retrotraernos a otra época».
Lewis, de 73 años de edad, está al frente de la delegación del estado de Georgia en el Congreso. De joven lideró el Comité Coordinador Estudiantil No Violento (SNCC, por su sigla en inglés), y fue el orador más joven de la Marcha sobre Washington por el trabajo y la libertad, liderada por Martin Luther King Jr. hace cincuenta años. Recientemente recordó un momento clave de la lucha por los derechos civiles durante un programa de “Democracy Now!”: “El 7 de marzo de 1965, algunos de nosotros intentamos marchar de Selma a Montgomery, Alabama, para demostrarle al país que la gente quería votar… En Selma, Alabama, en 1965, tan solo un 2,1% de la población negra en edad de votar figuraba en los registros de votación. El único lugar donde uno podía intentar registrarse era en un tribunal donde había que pasar un denominado examen de ‘alfabetización’. Y, allí, le decían a la gente una y otra vez que seguramente no iban a poder aprobar el examen”.
Lo que le sucedió a aquellos manifestantes mientras intentaban cruzar el Puente Edmund Pettus en Selma forma parte de la historia de las manifestaciones de Estados Unidos. Lewis continuó: “Llegamos a la cima del puente y vimos una multitud de policías del estado de Alabama con sus uniformes azules, pero continuamos marchando. Llegamos a acercarnos lo suficiente como para escucharlos. Entonces vimos que se ponían las mascarillas anti-gas y luego se acercaron a nosotros y nos golpearon con sus cachiporras y látigos y nos aplastaron con sus caballos. Un oficial de la policía estatal me golpeó en la cabeza con su porra y sufrí una conmoción cerebral en el puente. No sentía mis piernas. Sentí que iba a morir. Creí ver la muerte”.
John Lewis recibió golpes en la cabeza y fue uno de los diecisiete heridos de gravedad de aquel día. Se recuperó y continuó luchando. Pocos meses después, el Presidente Lyndon Johnson promulgó la Ley de Derecho al Voto.
En aquel momento, Johnson expresó: «Hoy este triunfo de la libertad es tan inmenso como cualquier victoria que se haya obtenido alguna vez en cualquier campo de batalla. Esta ley abarca muchas páginas pero el espíritu de la ley es simple. Según valores claros y objetivos, donde sea que estados y condados utilicen normas, leyes o exámenes para negar el derecho al voto, los mismos serán abolidos”.
A lo largo de su carrera, John Lewis se ha forjado una consolidada trayectoria en la lucha por los derechos civiles, no sólo en pro de los afro-estadounidenses, sino en pro de todos aquellos que son discriminados.
Lo cual nos lleva al segundo fallo clave emitido por la Corte Suprema esta semana. La Corte determinó la inconstitucionalidad de la Ley de Defensa del Matrimonio, que a nivel federal define el matrimonio como únicamente válido entre un hombre y una mujer. En apoyo a este fallo hubo otro, también aprobado por cinco votos contra cuatro, que fundamentalmente deja sin efecto la tristemente célebre Proposición 8 de California, que prohíbe el matrimonio entre personas del mismo sexo. Muy pronto, será legal que parejas homosexuales contraigan matrimonio en el estado con mayor población del país.
Allá por 1996, cuando se debatía la Ley DOMA, con el Presidente Bill Clinton como uno de sus principales defensores y amplio apoyo entre las filas de ambos partidos en el Congreso, John Lewis se pronunció en contra de la ley con la misma pasión que demostró en la lucha por el derecho al voto. En aquel momento, Lewis afirmó en la Cámara de Representantes: “Este proyecto de ley es una bofetada a la Declaración de Independencia. Priva a hombres y mujeres homosexuales del derecho a la libertad y a la búsqueda de la felicidad. El matrimonio es un derecho humano básico. No pueden decirle a la gente que no se puede enamorar. No daré mi espalda a otro estadounidense. No voy a oprimir a mi camarada ser humano. He luchado muy duro y durante mucho tiempo contra la discriminación por raza o color como para no luchar ahora contra la discriminación por orientación sexual”. Tras el fallo en relación a la inconstitucionalidad de la Ley DOMA de esta semana, Lewis reiteró que “es mejor amar que odiar».
Para John Lewis, en temas de derechos humanos no se pueden hacer concesiones, son indivisibles. Siguiendo su ejemplo, la gente debería canalizar la alegría que siente hoy ante las victorias del matrimonio igualitario hacia una renovada lucha por el derecho al voto, por la igualdad para todos.
Denis Moynihan colaboró en la producción periodística de esta columna.
© 2013 Amy Goodman
Texto en inglés traducido por Fernanda Gerpe. Edición: María Eva Blotta y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org
Amy Goodman es la conductora de Democracy Now!, un noticiero internacional que se emite diariamente en más de 750 emisoras de radio y televisión en inglés y en más de 400 en español. Es co-autora del libro «Los que luchan contra el sistema: Héroes ordinarios en tiempos extraordinarios en Estados Unidos», editado por Le Monde Diplomatique Cono Sur.
La Corte Suprema de EE.UU. le asestó un fuerte golpe al derecho al voto en ese país, al invalidar una parte integral de la histórica ley de derecho al voto promulgada en 1965, ley que había sido el logro que coronó el movimiento a favor de los derechos civiles de la década de 1960. En una votación de 5 votos a favor y 4 en contra, los jueces determinaron que el congreso usa información obsoleta al seguir exigiéndole a nueve estados que tienen una historia de discriminación racial, que tengan la aprobación federal para realizar cambios en las normas para la votación. En los últimos años, los demócratas han acusado a los republicanos a nivel del estado de promulgar normas —entre ellas las leyes de reestructuración de los distritos impulsada por el congreso y de identificación del votante— con el objeto de restringir el voto de grupos minoritarios que podrían apoyar a los candidatos demócratas. Hablamos de este tema con tres invitados: el reverendo Jesse Jackson, líder de larga trayectoria en la lucha por los derechos civiles y fundador de la coalición Rainbow/PUSH; Thomas Saenz, presidente del Fondo de educación y defensa legal de los estadounidenses de origen mexicano; y Ari Berman, periodista que escribe sobre el derecho al voto para la revista The Nation. “Este es un golpe en el corazón mismo de la idea de que la trama social estadounidense sea más amplia”, afirma el reverendo Jesse Jackson. Berman agrega que el desafío fue planteado ante el tribunal supremo por “una decidida acción de los sectores conservadores de destruir la ley del derecho al voto más importante de los últimos 50 años”.