Opinión
Exploradores de especies
La Universidad de Arizona ha presentado las diez especies ‘top’ descubiertas el año pasado
Vivimos inmersos en esa locución tan eufónica que es ‘biodiversidad’, pero rara vez tenemos conciencia de la magnitud que es esa empresa de registrar todas las formas de vida sobre la tierra. Ni el coste y el esfuerzo que suponen. Pocos sabrían contestar si conocer toda la biota presente y pasada, es más o menos caro que poner un par de suicidas en Marte (y perderlos para siempre).
Cada año se descubren unas 20.000 especies nuevas de animales, plantas, hongos y bacterias. Y esta cifra se mantiene constante desde hace varias decenas. Sabemos que es así, porque existen unos registros que dan cuenta de cuándo y quien descubre una especie nueva en alguna parte del globo. El que lleva el inventario de los animales nuevos se llama Zoological Record, pero hay otros registros para el resto de organismos.
Difundir esta tarea es uno de los objetivos de la elección cada año, de las 10 especies ‘top’, las Top Ten Species, que lleva a cabo un comité internacional coordinado por el International Institute of Species Exploration, de la Universidad de Arizona. Y como cada 23 de mayo, el jueves pasado se presentaron las de 2013. De las 10 Top Ten destacamos el neuróptero Semachrysa jade, en Malasia, gracias al esfuerzo conjunto de un aficionado que puso su foto en Flickr, y dos especialistas que comprobaron que era una especie nueva; el segundo mono descubierto en Africa en los últimos veintiocho años: Cercopithecus lomamiensis, en la República Democrática del Congo; o una esponja carnívora encontrada a unos 4.000 metros de profundidad en el Pacífico de California: Chondrocladia lyra.
Otras especies incluyen un hongo encontrado en la pinturas rupestres de las cuevas de Lascaux, una violeta diminuta, una serpiente mimética de las corales a la que se le ha puesto el nombre específico de ‘noalamina’, en directa alusión a la degradación que una explotación está produciendo en la zona donde se encuentra, una ranita minúscula (7,7 mm), un bosque de arbustos en Madagascar, una cucaracha luminiscente y una mosca fósil mimética de hojas de una planta semejante al Ginkgo.
La elección de las 10 especies no deja de ser un poco arbitraria. Se seleccionan por aspectos que a los humanos nos parecen significativos: muy pequeña o grande, muy venenosa, muy rara, o sencillamente, encontrada por una feliz casualidad. Este último caso fue el de una Top Ten de años pasados, que llevaba una existencia anónima de más de 100 años, en una colección de un museo, hasta que un especialista se dio cuenta que era una especie nueva.
Cualquier excusa es buena para poner de manifiesto que hay un universo de vida todavía por conocer, a distancias más razonables que cualquier objeto planetario, por cercano que sea. Cualquier excusa es buena para recordar lo que el pasajero a Marte se va a perder. Olerá su aliento, verá pedruscos interminables y no podrá salir nunca de su caja de sardinas. Y a un precio astronómicamente (valga la redundancia) más caro. Ellos sabrán.
Antonio G. Valdecasas
Museo Nacional de Ciencias Naturales, Madrid.
Maravillosa tierra, pero los terráqueos nos comportamos como los marcianos del divertido libro de Bradbury (Crónicas Marcianas): no nos soprende la vida. Precioso artículo, Antonio.