Opinión

Es hora de poner fin a la epidemia de abusos sexuales en las fuerzas armadas

La campaña para poner fin al abuso sexual en las fuerzas armadas de EEUU atrajo la atención de la bancada femenina del Congreso norteamericano

El problema de la violación ha estado en el centro del debate esta semana, tras el dramático rescate de tres mujeres que habían pasado casi diez años encerradas en una casa ubicada en una tranquila calle de Cleveland. El sospechoso, Ariel Castro, ha sido acusado de secuestro y violación. Esta terrible historia conmocionó al país, y es fundamental que se lleve a cabo una investigación exhaustiva y se condene a los culpables.

También esta semana, el Pentágono publicó un nuevo informe sobre la violación y el abuso sexual en las fuerzas armadas de Estados Unidos. Los resultados son impactantes. Según las últimas cifras disponibles, se cometen alrededor de 70 abusos sexuales al día en las fuerzas armadas de Estados Unidos, lo que equivale a 26.000 al año. El número de denuncias de casos de abuso sexual en el año fiscal 2012 fue de apenas 3.374. De esa cifra, tan solo 190 casos fueron sometidos a un consejo de guerra.

Hay una creciente epidemia de violaciones y agresiones sexuales en las fuerzas armadas de Estados Unidos, perpetradas contra mujeres y hombres, prácticamente con absoluta impunidad.

La situación estalló esta semana cuando el propio director de la Unidad de Prevención de Abusos Sexuales de la Fuerza Aérea de Estados Unidos fue arrestado por abuso sexual. El Teniente Coronel Jeff Krusinksi, de 41 años, fue acusado de haber abusado sexualmente de una mujer en un estacionamiento frente a un club nudista en Arlington, Virginia. La noticia surgió después de un caso reciente en el que un alto mando militar anuló la condena por abuso sexual dictada por un consejo de guerra contra un oficial que estaba bajo su mando. El Teniente Coronel James Wilkerson fue acusado de abusar sexualmente de Kimberly Hanks en la Base Aérea de Aviano en Italia. Fue hallado culpable por un jurado militar, condenado a un año de prisión y destituido de las fuerzas armadas. El Teniente General Craig Franklin anuló su condena. Lo más indignante es que Wilkerson fue trasladado a la base de la Fuerza Aérea en Tucson, Arizona, donde viven muchos familiares de Hank. Acompañados de alrededor de 50 personas, los familiares de la víctima lo esperaron frente a la base para protestar contra la anulación de su condena y contra su traslado a esa localidad. Exigen que se restituya el fallo por el cual fue condenado y destituido de las fuerzas armadas, y que se despida a Franklin.

El Presidente Obama habló acerca de la epidemia de violaciones en una conferencia de prensa realizada esta semana: “La conclusión es que no toleraremos este tipo de comportamiento. Se lo he comunicado al Secretario de Defensa. Vamos a comunicarlo nuevamente a todos los funcionarios de toda la cadena de mando y espero que haya sanciones. No quiero que haya más discursos y programas de sensibilización o de capacitación, y que, en definitiva, los responsables miren al costado. Si descubrimos que alguien está involucrado en actos de este tipo, será responsabilizado. Será procesado, destituido del cargo, se lo someterá a un consejo de guerra, se lo despedirá o separará de las fuerzas por conducta deshonrosa. Punto. Es inaceptable”.

Anu Bhagwati es una ex capitán del Cuerpo de Marines de Estados Unidos que estuvo en actividad de 1999 a 2004. Actualmente es la directora ejecutiva y cofundadora de la Red de Acción de Mujeres de las Fuerzas Armadas (SWAN, por sus siglas en inglés). La organización lucha por erradicar la discriminación, el maltrato y los abusos de la cultura militar y por mejorar los beneficios de las veteranas de guerra que han sufrido abusos. Bhagwati declaró en una audiencia del Senado en el mes de marzo: “La violencia sexual en las fuerzas armadas es un tema que me toca muy de cerca. Durante los cinco años que fui infante de marina sufrí discriminación y acoso sexual a diario. Estuve expuesta a una cultura extremadamente sexista, en la que pululaban los chistes sobre violaciones, la pornografía y la explotación sexual de mujeres y niñas, tanto en Estados Unidos como en el extranjero”.

Cuando presentó una demanda contra otro oficial, lo que determinó el fin de la carrera militar de Bhagwati, esto es lo que cuenta que sucedió: “El oficial que estaba al mando me dio la orden de no hablar del tema y emitieron una orden de protección militar contra el oficial en cuestión. Vivía con temor de las represalias y de sufrir violencia tanto por parte de mi agresor, como de mi propia cadena de mando. Después observé horrorizada como no solo ascendieron a mi agresor, sino que además lo pusieron al mando de mi compañía”.

Anu Bhagwati me explicó que el tipo de procedimiento judicial que establecen las fuerzas armadas para estos casos conlleva un conflicto de interés que socava la posibilidad de que haya condenas: “Los oficiales que están al mando, que son denominados autoridades convocantes, controlan el juicio de principio a fin. Ellos determinan si el caso avanzará o no, si el acusado pasará por un consejo de guerra o no. Allí es donde ocurre gran parte de la intimidación. Allí es donde muchas víctimas sienten temor. No reciben apoyo ni pueden hacer un seguimiento de sus propios casos”.

Junto a SWAN y otros grupos, la campaña para poner fin al abuso sexual en las fuerzas armadas de Estados Unidos atrajo gran atención de la bancada femenina del Congreso de Estados Unidos, que actualmente es la más numerosa de la historia. La congresista demócrata de California Jackie Speier ha encabezado esta lucha en la Cámara de Representantes desde hace mucho tiempo. El Comité de Servicios Armados del Senado ahora tiene siete miembros mujeres, una cifra histórica. Esta semana, en una audiencia del comité, la senadora demócrata de Nueva York Kirsten Gillibrand interrogó en forma persistente al Secretario de la Fuerza Aérea Michael Donley y al Jefe del Estado Mayor de la Fuerza Aérea, el General Mark Welsh. Junto a Gillibrand estaba la senadora demócrata de Missouri Claire McCaskill, que ha logrado postergar la confirmación de la Teniente General Susan Helms como vicecomandante del Comando Espacial de la Fuerza Aérea, debido a que Helms anuló el procesamiento de un capitán de la Base de la Fuerza Aérea Vandenberg por cargos de abuso sexual.

La atención pública se ha centrado, con razón, en los terribles crímenes de Cleveland. Es hora de que la epidemia de violaciones y abusos sexuales en las fuerzas armadas también obtenga la atención que merece, especialmente porque se trata de un problema institucional. Cada día se cometen 70 abusos sexuales contra mujeres y hombres en las fuerzas armadas. El Comandante en Jefe Obama debe adoptar medidas contundentes de inmediato. Un primer paso es sacar las investigaciones y los procesamientos del ámbito militar, una medida necesaria para poner fin a esta cultura de violación sistémica que preside el Pentágono.


Denis Moynihan colaboró en la producción periodística de esta columna.

© 2013 Amy Goodman

Texto en inglés traducido por Mercedes Camps. Edición: María Eva Blotta y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org

Amy Goodman es la conductora de Democracy Now!, un noticiero internacional que se emite diariamente en más de 750 emisoras de radio y televisión en inglés y en más de 400 en español. Es co-autora del libro «Los que luchan contra el sistema: Héroes ordinarios en tiempos extraordinarios en Estados Unidos», editado por Le Monde Diplomatique Cono Sur.

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Comentarios
  1. En mis tiempos de soldado, 1951 en Larache; teníamos que salir a follar pagando una peseta cincuenta fuera del cuartel a casa de Paqui la Milagrosa, situada cerca de los cuarteles de Regulares de Caballería y de la Legión, porque en el cuartel las únicas hembras que había eran yeguas y la mayoría de los soldados, con muy mala leche combativa desde luego, eran muy bajitos.
    Antes de salir nos entregaban en la enfermería un tubito de pomada amarilla elaborada con grasa de caballo y azufre que debíamos aplicarnos para que el pene no se nos quedara hecho una pena.
    No estoy haciendo un comentario machista porque cada cual puede opinar sobre qué hacen las mujeres en el Ejército y a mi me parece que deben ser respetadas como soldados que son. Lo que hago es traer aquí una crónica de cómo era la milicia hace mas de medio siglo, cuando en una escaramuza se te acababa la munición y tenías que resolver la situación a patadas en los cojones al enemigo.

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