Opinión
Los Gallardón y los Bush
La autora asegura que las genealogías conservadoras tienen sus objetivos y los intentan cumplir, si una generación no puede, ya lo intentará la siguiente
Pensarán que es un delirio pero llevo toda la semana dándole vueltas a aquellos versos de José Agustín Goytisolo que decían: “Érase una vez un lobito bueno al que maltrataban todos los corderos. Y había también un príncipe malo, una bruja hermosa y un pirata honrado. Todas estas cosas había una vez. Cuando yo soñaba un mundo al revés…” Será el efecto de este Mayo Global que plantea el 15M y los movimientos sociales o será que me han vuelto las pesadillas de aquella maldita guerra (invasión) de Irak de la que estos días “celebramos” su décimo aniversario.
Aquella guerra de mentira que el presidente estadounidense George Bush (hijo) promovió asegurando que allí había armas de destrucción masiva (primera mentira), que Saddam Hussein era una amenaza para la seguridad de los Estados Unidos (segunda mentira), desestabilizaba Oriente próximo (tercera mentira) e incendiaba el conflicto árabe-israelí (cuarta mentira). Bush declaró la victoria sobre el Irak de Sadam Husein, el 1 de mayo de 2003 (quinta mentira). Una guerra de mentira de principio a fin en la que lo único real fue la destrucción de un país; el asesinato, la tortura y las detenciones ilegales (ahí está Guantánamo que es una gran verdad) y la ausencia de paz. De hecho, el décimo aniversario de la guerra lo marcó una oleada de atentados en Irak.
El presidente Bush (hijo), en realidad, solo remataba el trabajo del presidente Bush (padre) quien lideró la primera invasión de Irak con un argumento también de lo más convincente: “Como estadounidenses sabemos que hay veces en que debemos dar un paso al frente y aceptar nuestra responsabilidad de dirigir al mundo, lejos del caos oscuro de los dictadores”.
Las genealogías conservadoras tienen sus objetivos y los intentan cumplir, si una generación no puede, ya lo intentará la siguiente. Entre otras cosas porque el espacio político lo ocupan gobierno tras gobierno las mismas familias, los mismos apellidos.
Me venía todo esto a la memoria pensando en el ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, empeñado en llevarnos a los años setenta, cuando aún no habíamos aprendido a conjugar la palabra democracia y a las mujeres no nos pertenecían ni nuestros cuerpos (de los deseos ni hablo porque oficialmente no los teníamos).
Entre otras muchas cosas, también quiere rematar la labor de su padre en relación al aborto. Apenas tres años después de la entrada en vigor de la ley, dedica el tiempo y los recursos que debería destinar a solucionar problemas, a reformar la ley del aborto porque “se siente mandatado por el pueblo español” puesto que la reforma legislativa iba en su programa electoral (primera mentira). Ya es casualidad, el gobierno que se ha caracterizado por el incumplimiento sistemático de su programa y promesas electorales, ha decidido que la reforma del aborto es la única que va a cumplir.
También ha dicho Gallardón que las mujeres se ven sometidas “en muchas ocasiones” a una «violencia de género estructural por el mero hecho del embarazo” (segunda mentira), y además, asegura que no solamente no va a recortar derechos, sino que va a aumentar la protección del derecho reproductivo «por excelencia», que es “la maternidad” (tercera mentira). Y para todo esto se ampara en el Tribunal Constitucional (cuarta mentira).
¿Qué dijo el Constitucional en 1985? El tribunal resolvió el recurso que presentó, precisamente, José María Ruiz Gallardón, padre del actual ministro y uno de los impulsores de Alianza Popular, estableciendo por sentencia la doctrina de que el ‘nasciturus’ es un bien jurídicamente protegido pero si la vida del ‘nasciturus’ se protegiera incondicionalmente se protegería más a la vida del no nacido que a la vida del nacido. Es decir, resulta constitucional la prevalencia de la vida de la madre.
Ya saben, “un príncipe malo, una bruja hermosa y un pirata honrado…” La herencia de Gallardón como presidente de la Comunidad de Madrid tendrán que acabar de pagarla nuestros nietos y nietas. La herencia como ministro de Justicia, no habrá dinero que la pague.
Siempre me dió risa la progresía atribuida a Gallardón.
¡qué ingenuidad!
Muy bueno el artículo. Por un lado, a veces sí que me siento habitante de un planeta controlado deliberadamente para que hagamos lo que a unos pocos les interesa. Y ese control vendría de familias enteras que continuaría su labor generación tras generación.
Lo de Gallardón, no hace falta decir que es una auténtica vergüenza. Lo que el pueblo quería era que fuera alcalde de Madrid que digo yo que para eso le votaron. No que les dejara en manos de Ana Botella. Lo que están haciendo es muy triste. Volvemos hacia atrás…..