Opinión

República no es democracia

Es importante "entender la trampa de la 'elección periódica de gobernantes', para poder avanzar", defiende el autor, que hace una revisión histórica del poder del pueblo

Sobre el papel, España hoy es ya una república. Podría decirse que es una república “con bicho” (es decir, que hay que mantener a una familia parasitaria), pero una república al fin y al cabo. Este “bicho” no es más que uno más de los que pertenecen a la élite política y económica, para los cuales casi nunca se aplican las leyes del Estado. Este hecho deteriora uno de los rasgos básicos de una república: la igualdad ante la ley. Pero no los demás: elección periódica de gobernantes, división de poderes, imperio de la ley, derechos civiles. Algunos de éstos también están deteriorados hoy en día, como la separación de poderes o los derechos civiles. Pero, como pasa con la igualdad ante la ley, seguirían casi igual de mal cambiando un rey por un Jefe de Estado. Aunque éste sería un paso positivo para acercarse a la república ideal, sólo sería uno más, y no el más importante, pues el Rey hoy tiene poco poder comparado con otros “poderes” ajenos a los principios y normas republicanas, como son las empresas bancarias o los grandes inversores.

Las repúblicas se crearon buscando acabar con las tiranías (poder absoluto del rey y la Iglesia). Como en España se considera que fue durante la II República cuando más explícitamente se intentó disminuir este poder tirano, a la vez que la población observa reminiscencias (algunas simbólicas) de este poder, pedir una “III República” se considera algo de izquierdas. Sin embargo, en países donde estas reminiscencias no están o no son evidentes, el concepto de república no tiene ninguna connotación de avance social, sino incluso lo contrario, pues república sigue entendiéndose en su acepción original: gobierno de las élites o de los “mejores”.

Es lógico que muchas personas quieran hoy una “república de verdad” para que se cumplan al menos los rasgos básicos de arriba. Pero aunque se cumplieran a rajatabla, nunca sería una democracia, precisamente porque, aunque se respetaran más derechos, seguiría siendo central la “elección periódica de gobernantes”. Sí, las elecciones, aunque parezca mentira, son algo opuesto a la democracia, si entendemos ésta como el poder ejercido por el pueblo. O al menos así lo fue durante más de 22 siglos.

Desde Platón, que elaboró las categorías básicas, a los diálogos entre los fundadores de la República Estadounidense en el siglo XVIII (pasando por Cicerón en la época romana, Maquiavelo en el Renacimiento, etc.) se daba por hecho, con bastante lógica, que elegir por votación no era democrático, pues para ser electo se necesitan unos apoyos y recursos que no tiene cualquiera. Y que, una vez en el poder, el elegido pasa a formar parte de una élite minoritaria (si no lo era ya), con poder para blindarse e incrementar sus privilegios. Aquí ya no es el pueblo el que gobierna. Esta situación se ve incrementada hoy en día con la enorme concentración, influencia y globalización del poder económico. Para Aristóteles, el Gobierno electo por sufragio es sinónimo de Aristocracia u Oligarquía (poder de unos pocos), nunca Democracia (poder del pueblo o de “los muchos”). Para que fuera democracia, o se incluía a todos los ciudadanos afectados en la toma de decisión, o bien se debía usar el sorteo, el principal medio de selección de gobernantes en la Atenas de Pericles (cuando se fundó la idea de democracia).

Pero a partir de las revoluciones norteamericana y francesa y con el auge del liberalismo en el siglo XIX, se va equiparando artificialmente “República” con “Democracia”. Más concretamente con “Democracia Liberal” que en su definición es lo mismo que la República más un pequeño matiz: respeto sagrado a la propiedad privada. Éste es el sistema que tenemos hoy: Una república con ingrediente extra de propiedad privada (ingrediente básico, por cierto, para destruir la propia república al blindar al poder económico, al que no se aplica ni división, ni control, ni elección, ni derechos civiles ni gaitas, consiguiendo así que crezca hasta gobernar más que los propios poderes ejecutivo, legislativo y judicial). Así es como se ha acabado pervirtiendo absolutamente el término democracia, algo parecido a lo que hacen hoy los neoliberales con “libertad”, al equipararla a “libertad de mercado”, que es casi lo opuesto, pues quien no tiene dinero en el mercado no tiene libertad.

Por este motivo, durante todo el siglo XIX y el XX, a los que proponían un sistema democrático desde diferentes doctrinas se les ha llamado “libertarios”, “comuneros” “anabaptistas”, “anarquistas”, “radicales”, “utópicos”, etc., porque la palabra democracia ya estaba “cogida” por los republicanos liberales. De la misma manera, al “absorber” el concepto de democracia al de república, esta última queda vacía de contenido. Para “llenar” este hueco, en muchos lugares como España, el concepto de república queda reducido, una vez más de forma artificial, únicamente a la antítesis de la monarquía.

No es hasta mediados y finales del siglo XX que algunos teóricos de la izquierda se dan cuenta de la “jugada” e intentan reapropiarse poco a poco del verdadero significado de democracia. Es entonces cuando se inventan los conceptos “democracia participativa” y “democracia directa” (los adjetivos deberían ser redundantes, pero ya no se puede hacer otra cosa). Al mismo tiempo, en el plano práctico, se empiezan a popularizar prácticas ya conocidas como el referéndum vinculante, la Iniciativa Legislativa Popular o la votación directa de medidas, y se experimentan otras nuevas como los Presupuestos Participativos, consejos vecinales (en Latinoamérica en los 90, tras experimentar duramente lo que pasa al juntar neoliberalismo y república), dinámicas asamblearias, cámaras de ciudadanos elegidos por sorteo, etc.  La idea es sencilla aunque la forma de llevarla a cabo sea variada y compleja: que el poder político y la responsabilidad que implica, siempre que sea posible y con los mecanismos que haga falta, sea delegado a la población, en vez de concentrarlo en el Estado o el Capital.

En este sentido, también se recuerda que el poder no sólo es político. En el plano económico, se vuelve a apreciar en las últimas décadas el valor democrático de las cooperativas, la recuperación de fábricas y de tierras, autogestión de espacios, y más recientemente gestión comunitaria de recursos (huertos, energía, salud, educación…). En el plano cultural y simbólico surgen ateneos, revistas, corrientes transformadoras de arte y literatura, etc.

Muchos de los principios republicanos no dejan de ser útiles (como los derechos civiles, separación de poderes, etc.) para debilitar el poder de la élite y prevenir la tiranía. Pero es útil entender la trampa de la “elección periódica de gobernantes”, para poder ir más allá y avanzar (si se quiere) hacia mecanismos realmente democráticos.

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Comentarios
  1. lo que paso en 1976, no tiene explicación coherente, a este país se le impuso la Monarquia, en el 1969, por el Dictadorcillo- Genocida¡ Nazi-Fascista Franco.

  2. Asqueroso un titular como este un 14 de Abril, y muy tramposo en algunos puntos del artículo, ya que la República hoy en España contiene el significante de democracia protagonica, entre otros.

    Es una obviedad decir que República en su sentido formal y acrítico no significa la democracia en si.

    Bonita forma de celebrarlo os habrá parecido.

    • La conclusión del artículo es ésta: «Muchos de los principios republicanos no dejan de ser útiles (como los derechos civiles, separación de poderes, etc.) para debilitar el poder de la élite y prevenir la tiranía. Pero es útil entender la trampa de la “elección periódica de gobernantes”, para poder ir más allá y avanzar (si se quiere) hacia mecanismos realmente democráticos.»

      Creo que entender la II República como un medio y no como un fin (nunca fue otra cosa, como cualquier marco constitucional) es también hacerle un justo homenaje. Quizá menos emotivo, pero sí más justo con lo que fue. No es ninguna obviedad la distinción entre democracia y república cuando se repite cada vez lo de que las elecciones son «la fiesta de la democracia».
      Si quieres y es con respeto, podemos debatir sobre los tipos de democracia y su relación con la república. Un saludo.

      • Claro, totalmente de acuerdo con lo que dices. La República no es un fin en si mismo, de hecho sabemos que no fue la quintaesencia de la perfección. Pero sabemos cuales son los significantes agregados hoy por hoy a la República en España (copado por nosotros, la izquierda), que tal y como la entendemos no es ni mucho menos sólo elegir al jefe de Estado, como entiendo que decías en el sexto párrafo.

        En todo caso tal vez faltaría decir que a medida que se rescataba el sentido del término democracia gracias a la muleta «participativa», en España se fue de nuevo trasladando el pobre y ajado sentido de República como antítesis de monarquía, y reflotó uniéndose a las categorías «participativa» y «real» de democracia. Es tal y como consigo explicar que, insisto, creo que hoy decir república en España no es sólo decir «elección del jefe de Estado», excepto para almas cándidas.

        Pero mantengo mi pega: mala elección del título para el artículo, compañero. No queda bien un día como hoy y es fácil que alguien malentienda, cuidado con esas cosas. Irreverencia en la discusión, lealtad en la acción 😉

        Por lo demás muy buen artículo y repaso histórico. Saludos.

        • Gracias Sergi. Entiendo que, como también dice Íñigo, ese titular ahí solitario podía ser ofensivo para algunos que sienten un vínculo emocional con la II República, que, efectivamente, en España es un referente de valores más allá de la definición formal. No era esa mi intención, sino ver las cosas desde otro ángulo para, en el fondo, llamar a la acción comunitaria y/o cooperativa (que es posible hoy ya, con o sin república, como ejemplifica este mismo medio) y a que se ponga como prioridad reclamar innovación participativa en procesos de elaboración y toma de decisiones.

          Pero, como dice el texto, las reminiscencias de la tiranía están ahí, legitimando la lucha republicana. La idea es que quizá esta lucha corra el peligro de resultar estéril si no se añade el Capital globalizado a la fórmula y si no se complementa con la construcción de una realidad nueva desde abajo. Saludos.

  3. Vaya homenaje a la República y vaya manera de pedirla, por mucho que en el artículo digas cosas ciertas. No me esperaba esto de La Marea el 14 de Abril..

    • Pues a mí me ha gustado que me sorprendiera y me hiciera pensar. Y es cierto que también eran «repúblicas» y no tenían Rey las «repúblicas bananeras», y también eran «republicanos» los de George (W.) Bush. Me parece bien aclarar que cuando pedimos república en realidad no pedimos solamente que se vaya el Rey, en realidad pedimos Democracia Real.

      • 4lex, de acuerdo contigo.
        Me alegro de que la Marea me sorprenda, también en el 14 de abril.
        Yo que he estado en la concentración por la República en Barcelona, pero tampoco creo que la II República fuera la panacea.
        Respecto a la commemoración de la Marea sobre la República, os remito, además de al atículo de Jorge, a las camisetas y las tazas de recuerdo al elefante y a la cobertura de la manifestación de Madrid.

        • Si, si eso está muy bien, pero me da un profundo rechazo que pusieran este titular un 14 de Abril, y prácticamente durante todo el día su única ‘noticia sobre la República.

  4. @ronreisdotme: sólo con pensamientos como éstos, seguido por acciones, podemos crear algo nuevo. Democracia es creer en lo mejor de nosotros.

  5. La palabra República, está cargada de Nostalgia, en España.

    Porque la tuvimos viva y legítima, antes de ser robada, violada y masacrada
    por el franquismo.
    (Con la ayuda de Sus aliados, nazis alemanes y fascistas italianos).

    En el siglo XXI, Muchas repúblicas están corrompidas por el capitalismo.

    Y no parecen haber varitas mágicas.!

  6. Interesante explicación la de Jorge.
    Efectivamente, la democracia representativa es muy imperfecta y a menudo acaba derivando en una plutocracia (Poder de quienes tienen riqueza).

    Para avanzar en una democracia participativa, me parece que hace falta predisposición / voluntad y tiempo para llevar a cabo el aprendizaje necesario. La democracia participativa es un proceso colectivo y personal.

    Creo que esté habiendo un aumento de los espacios de democracia participativa, como bien enumera el autor del texto.
    Sin embargo, mi gran duda al respecto es hasta qué punto la gran mayoría de la gente tiene dicha predisposición y tiempo para avanzar en el proceso de la democracia participativa.
    Es probable que las circunstancias culturales puedan predisponer a que la mayoría de la gente no participe en dicho tipo de procesos participativos.
    Al mismo tiempo, tengo la sensación de que gran cantidad de gente está cómoda en que otr@s decidan por ella. Quizá tenga que ver con nuestro instinto gregario, dado que el ser humano necesita del grupo para tirar adelante, por mucho que desde el individualismo liberal se nos haga obviar este hecho.

    ¿Hasta qué punto la decisión de dedicar parte de mi tiempo a participar en un grupo de consumo para decidir qué come y cómo se ha producido es mejor que la de irme de compras en un centro comercial y aceptar lo que me ofrezcan? Para mí sí lo es, pero también comprendo la decisión o el hábito contrarios.

    • Gracias por la reflexión, Psicoloco. Yo también me hago esa pregunta y tampoco tengo una respuesta segura. Como se la hace magistralmente Belén Gopegui en la novela (medio ensayo) El Padre de Blancanieves, te recomiendo mucho ese libro. Lo único que creo es que esa predisposición cultural a la participación de la que hablas va cambiando con el tiempo, y que hay muchas cosas que la pueden incentivar. En algunos de esos incentivos se puede trabajar. En ese sentido en España ahora veo mucha más predisposición a la participación y al compromiso que hace 5 años, por ejemplo.

      • Gracias por el consejo literario, tocayo.
        Dentro del pesimismo que siento al respecto, mi optimismo va en aumento, precisamente por lo que comentas de aumento de participación y compromiso.
        Descgraciadamente la tendencia de muchas personas de mi alrededor de quejarse de todo y no actuar me pone de los nervios.
        Afortunadamente también está los imprescindibles (que decía Brecht), los que luchan toda la vida.

  7. Pues No, República no es garantía de Democracia.

    Y el Capitalismo es antagónico (incompatible) con la Democracia real.

  8. El artículo parte de una falacia de generalización apresurada.

    «Pero aunque se cumplieran a rajatabla, nunca sería una democracia, precisamente porque, aunque se respetaran más derechos, seguiría siendo central la “elección periódica de gobernantes”. Sí, las elecciones, aunque parezca mentira, son algo opuesto a la democracia, si entendemos ésta como el poder ejercido por el pueblo.»

    » Y que, una vez en el poder, el elegido pasa a formar parte de una élite minoritaria (si no lo era ya), con poder para blindarse e incrementar sus privilegios. Aquí ya no es el pueblo el que gobierna.»

    Lo que da a entender el articulista es que los gobernantes, representantes electos, cargos públicos, no pueden ser incluidos en la categoría pueblo por el mero hecho de serlo.

    El que quiera entender que entienda.

    • No pretendo dar a entender que todos gobernantes electos dejen de ser pueblo, pero gracias por el comentario, KG, porque es cierto que se puede leer así. Sólo quería explicar el razonamiento de los autores de por qué ocurre esto.
      La falacia de generalización apresurada sería decir que en la historia todos los gobernantes han dejado de ser pueblo. No sería cierto porque ha habido excepciones. Pero creo que son eso, excepciones a la regla. Porque tanto el tener poder, como el ambiente elitista que le rodea, como la idea de que uno sabe mejor que los demás lo que conviene al país son cosas demasiado fuertes y adictivas que hacen que muy pocos goberntantes hayan decidido ceder espacios de soberanía al pueblo. Los constitucionalistas estadounidenses sabían eso, y su forma de intentar mitigarlo fue crear el sistema republicano de pesos y contrapesos. Pero ellos eran abiertamente elitistas y decían explicitamente que no querían una democracia. En cualquier caso, las excepciones puede pasar, y suelen hacer historia. A mi me encantaría que en España un gobernante cediera espacios de decisión al pueblo. Pero el pueblo también puede organizarse por su cuenta para decidir colectivamente.

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