Sociedad

Ana Pastor: “Mi única ideología es mi hijo”

La periodista española reconoce las dificultades de ser mujer en el periodismo, mundo principalmente dirigido por hombres

Vive en Madrid, pero trabaja para la CNN en Español. Desde su salida de RTVE el pasado 4 de agosto, la periodista Ana Pastor (Madrid, 1977) ha abandonado las maratonianas jornadas que empezaban con el despertador sonando a las 04.00 horas para iniciar una etapa «con un poco más de sosiego».

Tiene fama de ser incisiva y dura en el plató de televisión. Las entrevistas al presidente de Ecuador, Rafael Correa, a su homólogo en Irán, Mahmud Ahmadineyad, a Alfredo Pérez-Rubalcaba siendo todavía vicepresidente del Gobierno o a la secretaria general del Partido Popular, María Dolores de Cospedal, dan fe de ello. Pero ella insiste, «es mi trabajo, no hago nada especial». En las distancias cortas, y alejada de los focos, es dulce y cercana.

El domingo 10 de marzo fue la encargada de frenar la bola de nieve generada por un impostor que suplantó la identidad del periodista Iñaki Gabilondo en Twitter. Reconoce que ha asumido una mayor exposición pública por su gran actividad en redes sociales. Con más de 600.000 followers, la periodista afirma sentirse a gusto en esa red, a pesar de algunos disgustos que le llegan en forma de insultos anónimos.

Su cambio de vida, confiesa, le ha dejado «un margen de tiempo» que ahora dedica, principalmente, a su hijo de dos años y medio, y a eventos en universidades y encuentros. Como el que tuvo lugar en Segovia el pasado fin de semana (III Encuentro de mujeres que trasforman el mundo). Fue invitada para dirigir la última de las entrevistas en directo que tuvieron lugar a lo largo de la reunión. Frente a ella se sentó la Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional en 1998, Somaly Mam, una superviviente camboyana que sigue luchando por los derechos humanos y contra la trata de blancas.

¿Le cuesta a una mujer ascender en el periodismo?

Sí, la verdad. Hay un dato fundamental: ¿cuántas mujeres dirigen un periódico nacional en España en este momento? La respuesta es ninguna. ¿Cuántas mujeres hay, ya no sólo en las redacciones, sino en las universidades de periodismo? La mayoría. Es una evidencia, pero no me gustaría centrarlo sólo en el periodismo, pues creo que es una realidad de las mujeres se dediquen a lo que se dediquen. La igualdad sigue siendo un reto.

Y en cuanto a la conciliación...

Es muy difícil la conciliación, incluso cuando tienes una pareja que se lo cree. No voy a decir que colabora, porque es un verbo que no me gusta, sino que asume su propia responsabilidad como padre de familia. Pero yo no me rindo, creo que mi generación, y las siguientes, podemos consolidarlo. Mi esperanza está puesta en la gente que viene por detrás.

A la hora de dedicarse al periodismo, ¿es mayor la exigencia física para una mujer?

Mucho más. A una mujer siempre se la juzga más por la apariencia. Por ejemplo, yo tengo muchas canas, aunque no se aprecian demasiado, y a veces me preguntan que por qué no me tiño el pelo. Pues bien, a mí me gusta el pelo así y no me lo voy a teñir. Esto seguramente a un chico no se lo dirían nunca, porque las canas, en ese caso, llegan incluso a darle experiencia. Ese es un detalle menor. Luego están las anécdotas más dolorosas, como oír «te ha colocado la persona con la que vives» o «que estás ahí porque has hecho algo con un tío para conseguirlo». Estos comentarios respecto a un hombre no son muy habituales. El físico también abre puertas, pero en el tema de la igualdad creo que te las cierra.

Se mantiene el discurso machista entonces…

Pesa mucho el tema de la edad. Esto Iñaki Gabilondo, que sabe mucho más de periodismo que yo, lo tiene muy elaborado. Él explica: «si tuvieras muchos más años y probablemente si no fueses mujer, pero sobre todo si tuvieses más experiencia, no se atreverían a decirte ciertas cosas». A Iñaki no le hablan con diminutivos [explica la periodista haciendo alusión a la entrevista de Rafael Correa, en la que el presidente la llamaba ‘Anita’ y que ella ha definido como «una de las más intensas»].

A veces retuitea insultos y amenazas…

Es una forma de visualizarlo, de denunciarlo. No voy a tolerar que me llamen ‘puta’ por hacer preguntas. O que me amenacen de muerte o con violarme. No lo voy a permitir. Y lo voy a denunciar cada vez que ocurra en twitter y en la policía.

¿En qué momento tiene la certeza de que va a salir de TVE?

Pues hasta el último minuto, cuando recibí la llamada, mantuve la esperanza de no ser cesada. Creo que debí de ser la última en pensarlo. Estoy convencida de que no di motivos para ello. No sólo yo, las otras 50 personas que han sido cesadas, ¿todos [los despidos] respondían a motivos profesionales? ¿Ni uno de los que han sido cesados daba la talla para seguir en su puesto?

Pero finalmente es cesada y empieza otra etapa…

Me da cierto sonrojo cuando me preguntan por lo de TVE y veo la cifra de 8.000 periodistas despedidos. Yo no estoy en el paro. Al día siguiente de ser cesada recibí la llamada de CNN. ¿Los 8.000 compañeros eran malos? La situación es gravísima y yo no me puedo quejar en absoluto. [Hay] 8.000 personas, más los que quedan por venir de los EREs públicos y los freelance, más la gente que trabaja gratis. Es una vergüenza. A mí el otro día me preguntaban si me podían pagar 20 euros por crónica. Fíjate, casi prefiero que no me paguen, porque me parece indigno. Pero una cosa es cierta, TmEx y 9-exili están ahí y son iniciativas que demuestran que la gente no se rinde. Es un mensaje muy positivo para un país en un momento tan complicado, después de la bofetada que se está llevando gente con hijos y familia. A mí eso me da esperanza.

Sigue haciéndose estas preguntas todavía…

Claro. Por mí y por mis compañeros cesados. La ventaja que hay respecto a la televisión es que el mando a distancia es muy democrático y el ciudadano se sienta delante y elige lo que quiere ver. Lo único que tengo que decir es que trabajar para Fran Llorente ha sido un privilegio increíble, que sigo creyendo en él como jefe y como periodista . Yo he crecido como periodista gracias a que él se cree que los periodistas debemos trabajar en libertad.

Siempre ha defendido que los años de Llorente en TVE fueron una «etapa de libertad»…

La etapa de Fran Llorente no sólo contó con una audiencia increíble, sino que recibió los premios más prestigiosos, incluso ganándole alguno a la BBC, que es la gran referencia como servicio público. Y creo que frente a eso no hay más que decir. Los periodistas tenemos derecho a acertar o a equivocarnos, pero que los errores y los aciertos sean nuestros, no que nos los dicte un político. Lo único que pido es que un político no nos diga cómo tenemos que hacer nuestro trabajo. No me gusta ver cómo ahora la televisión pública hace que los ciudadanos no se sientan identificados con ella. Me entristece.

¿Qué entrevista le pesa no haber hecho?

Personajes internacionales muchísimos, pero principalmente Nelson Mandela. Cuando yo ya era periodista y él todavía era mandatario ya no estaba bien de salud. Llegué tarde. Mi proyecto vital y el suyo ya no se encontraron. Lo más cerca que he estado de él, ha sido con su mujer, pero nunca he llegado a él. Me hubiera encantado conocer a mi único mito político, con sus defectos y sus virtudes.

¿Qué personajes dijeron «no» a la entrevista de los Desayunos?

Francisco Camps [expresidente de la Comunitat Valenciana, que dimitió por su vinculación en el caso Gürtel]. Y Artur Mas y Mariano Rajoy siendo ya presidentes. Hay gente que no se te pone delante porque sabe que la entrevista va a ser muy dura y hay gente que, pese a saberlo, como De Guindos, lo hace.

¿Es CNN su segunda oportunidad para seguir con el trabajo que hacía en Los Desayunos?

Sí. La única condición que me pusieron fue hacer el mismo tipo de entrevistas. Allí dan por hecho que el periodista incomoda.

¿Se puede hacer amigos llevando a cabo bien su trabajo como periodista?

A mí me pasa con políticos de los dos gran partidos políticos; hay gente con la que puedes tener simpatías, pero cuando entro en un plató ahí se acaba todo. Mi única ideología es mi hijo. Yo vengo a hacer mi trabajo y el entrevistado tiene que hacer el suyo. Y eso es posible. Por ejemplo, Antonio Basagoiti. Es un tipo que a mí me gusta, que me parece que dignifica la política, pero cuando me siento con él le hago la entrevista igual de dura que al resto.

Lo entienden…

Antonio Basagoiti, sí. Hay quienes no.

¿No están acostumbrados a ser puestos contra las cuerdas?

No, claro que no. El otro día contaba la anécdota del Reino Unido de Jeremy Paxman, la gran referencia de la BBC, que le hizo 14 veces la misma pregunta al dirigente conservador Howard. ¿Qué ocurrió? Howard tuvo que dimitir y Paxman sigue siendo la estrella de la BBC. Pues eso pasa en algunas democracias. En Reino Unido, en EEUU e incluso en Latinoamérica se da por hecho que un periodista no puede ser pelota.

¿Cuál es la mejor cura contra el ego de los periodistas?

Tu entorno. Mi madre, que sufrió mucho con todo lo que pasó en TVE, cuando la llamé para contarle lo de CNN me interrumpió para decirme que se tenía que ir a la ferretería a recoger una cosa. Para mi madre, la CNN, TVE y Ana Pastor son un trámite más de su vida.

 

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