Opinión
La alegría ya viene
El autor reflexiona, a partir de la película 'NO', de Pablo Larraín, sobre el papel de la propaganda a la hora de ganar batallas políticas.
Pocas veces en la historia se tiene la oportunidad de identificar de forma tan evidente al bien y al mal como en el referéndum chileno de 1988. De un lado, la dictadura chilena pretendía aprovechar la presión de la comunidad internacional para convocar una consulta que legitimara su poder, del otro, todas las fuerzas democráticas, desde la democracia cristiana hasta los comunistas, conformaban un bloque con un solo objetivo, echar al tirano, el resultado fue que los chilenos pudieron dar carpetazo al periodo más negro y sangriento de su historia.
Para narrarnos esa bella historia en la que el bien se impone al mal, llega Pablo Larraín con su película NO protagonizada por el mexicano Gael García Bernal, que da vida al publicista que idea la campaña televisiva por el NO, René Saavedra. Es emocionante para alguien que se dedica a la consultoría política poder ver reflejado en la pantalla su trabajo, o al menos parte de él, de forma tan sobria, realista y madura, salí del cine con lágrimas en los ojos. Lo que no es tan emocionante son las críticas que llegan a la película, o más bien a lo que la película retrata, especialmente desde sensibilidades de izquierdas, que entienden que esa forma de hacer propaganda política, ese medio, es una traición a los ideales, aceptando lacónicamente el sino de un ser humano superado por la manipulación y quizás por la demagogia. No puedo estar más en desacuerdo.
“Chile, la alegría ya viene” era el estribillo del jingle que ponía sonido a una sucesión de imágenes que evocaban alegría, dinamismo, paisajes y escenas bucólicas, gente de toda edad y condición alegre para respaldar una idea, la elección no traía incertidumbre, había que despejar toda duda para que el miedo no paralizara a los electores que podrían estar a favor del cambio, de modo que se animaba a votar con alegría para vencer al miedo de la campaña del SÍ.
Y es que así es como funciona la propaganda, los electores son personas con motivaciones profundas y percepciones subjetivas de la realidad (lo que denominamos insight en la jerga de la profesión) que no funcionan a un nivel exclusivamente racional, si no que más bien hacen que la toma de decisiones políticas esté profundamente condicionada por impulsos primarios que residen en lo más recóndito de nuestro cerebro. De este modo NO es una película muy recomendable para todos aquellos que quieren cambiar el mundo, las personas tenemos una fina piel social que es tan nuestra como el cálculo racional y matemático y contra la naturaleza NO se puede luchar.
Sí, lo que dice Marc es cierto, pero también según palabras de García Bernal:
«René es un personaje inherente al contexto en que vivía, pero a la vez también es eterno; simboliza el despertar político de una persona aparentemente apolítica. Es la consecuencia de la política que vivieron sus padres en el exilio, de la persecución, de la sensación de ser un extranjero. En algún momento de la historia busca inconscientemente una forma de reconciliarse con su lado político, al que recurre para cambiar su entorno más inmediato. Creo que el rito de paso a la madurez es recurrente en el ser humano; surge siempre y cuando nos demos cuenta de que podemos cambiar las cosas. El mayor éxito de la campaña del NO fue aprovecharse, por un lado, del sistema neoliberal instaurado por la dictadura para su propia conveniencia y, por otro, la democratización de los medios en el estado rudimentario en que estaban entonces. Puede decirse que la campaña superó a la derecha desde la izquierda y la derecha. Fue una llamada al optimismo y a la felicidad en un país sumergido en las dolorosas consecuencias de su política más reciente. Creo que lo que se consiguió en aquel momento fue uno de los actos de fraternidad más importantes y más puros que ha vivido la democracia. A pesar de saber que las elecciones eran en gran parte fraudulentas desde el principio, confiaron en que el sacrificio valía la pena y que debían dar la cara de una vez por todas; por ellos mismos, sus padres y sus hijos. Es aquí donde René Saavedra, en mi opinión, se convierte en un ser creíble y heroico. Larga vida a Saavedra. Ya le echo de menos.»
Evidentemente el capitalismo sigue siendo el señor de Chile, pero con una diferencia fundamental, dejó de morir gente a manos de la dictadura y se abrió un nuevo periodo. No existen las victorias definitivas ni las soluciones finales, la dialéctica de la política es permanente y aquella fue una victoria que no se podría haber conseguido de otro modo.
Literal del mismo director Pedro Larraín. «René Saavedra es un producto del sistema neoliberal impulsado por Pinochet. Por eso me parece interesante que sea él quien consiga desconcertar a Pinochet haciendo uso de las mismas herramientas ideológicas de la dictadura. Lo hace inventando una campaña publicitaria plagada de simbolismos y objetivos políticos que aparentan ser una mera estrategia de comunicación, pero que en realidad esconden el devenir de un país. En mi opinión, la campaña del «NO» es el primer nivel de consolidación del capitalismo como único sistema posible en Chile. No se trata de una metáfora, es exactamente eso: publicidad pura y dura llevada a la política.
A tener en cuenta que aunque asumiendo que la Transición española fue más bien una transacción, en el referéndum de la Ley para la Reforma política de diciembre de 1976, la oposición antifranquista impulsó la abstención
La alegría ya viene mañana, es como el cartel de Hoy no se fía, Mañana Si.
Tiene su gracia.
Me gustó mucho como película y como reflejo de lo que comenta Gustavo García Espejo, cómo funciona la maquinaria de publicidad electoral. Dicha maquinaria tiene sus contradicciones, bien mostrada en la película.
Y es que René Saavedra en la película empieza la presentación de cualquier campaña publicitaria (sea de un refresco, sea del NO en el referéndum o sea de una teleserie clásica tópica) con las mismas frases, aludiendo a que recoge el espíritu de la sociedad actual y su sed de libertad.
Claro, no es lo mismo la sed por un refresco, que la sed por los derechos humanos que por pasar un rato de evasión.
Y más cuando la sed por la democracia y los derechos humanos para mucha gente de Chile venía de una sequía tan violenta, como es la dictadura de Pinochet. También se muestra dicha contradicción de la oposición al aceptar (o no) la campaña publicitaria.
Y es que para la gente que luchamos por un mundo mejor es muy difícil renunciar a destacar lo que queremos como oposición a la situación actual que no nos gusta. Si yo apoyo La marea, también es por oposición a otras formas de hacer prensa con vicios que conozco y no quiero (sumisión a intereses empresariales, tendenciosidad política…). Y, al mismo tiempo, me emociono al ver las portadas tan atractivas estéticamente.
Siento ( de sentir se trata ) que en aquello de la forma de hacer propaganda ( sin profundizar en honduras goebelianas…) para vencer , en esta lucha positivamente maniquea, al atropellador de la Vida y la Libertad, el rapaz dictadorzuelo,
cualquier actitud es válida, aunque parezca medio maquiavélica la aseveración.
Aquello de la visión izquierdista fue posterior. Fue pura
DECEPCIÓN ante el incumplimiento .
También yo me hice ilusiones…
Y me emocioné.
Malgré tout…
Juan Bautista Gatica
Santiago de Chile
Suramérica