Sociedad
El papa Benedicto XVI anuncia su dimisión “por falta de fuerzas”
Lo ha anunciado el propio papa, en latín y durante una canonización. El próximo 28 de febrero dejará el Pontificado.
ROMA // El papa ha anunciado su dimisión. Benedicto XVI dejará el Pontificado el próximo 28 de febrero «por falta de fuerzas», según ha admitido esta mañana durante la canonización de los mártires de Otranto, en latín.
El padre Federico Lombardi ha detallado a continuación que a partir del próximo 28 de febrero comenzará «un periodo de sede vacante«, en un anuncio casi sin precedentes en la historia de la Iglesia Católica. De hecho, desde la Edad Media, ningún papa había presentado una renuncia como la de Benedicto XVI.
Ademas de sus problemas cardiovasculares y de hipertensión, Joseph Ratzinger, que el próximo lunes cumplirá 86 años, tiene dificultades para ver por el ojo derecho. Desde el ictus que sufrió en 1991, ha tenido varios problemas médicos. La hipertensión podría haber sido el motivo por el que se desmayó en 2009 durante unas vacaciones y que le provocó una fractura de muñeca. Desde entonces, no visita localidades a más de 2.000 metros de altitud por recomendación médica.
«Después de haber examinado ante dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino», dijo el pontífice. El papa añadió que era «plenamente consciente de la gravedad de su gesto».
Benedicto XVI será el cuarto pontífice en renunciar al ministerio papal en la historia de la Iglesia Católica. El último pontífice que lo hizo fue Gregorio XII, el veneciano Angelo Correr, que dimitió en 1515, dos años antes de morir. Los otros casos de renuncia al pontificado han sido los de Benedicto IX, elegido en el 1032 y Celestino V, que renunció en 1294 al declararse carente de experiencia en el manejo de los asuntos de la Iglesia.
Benedicto XVI ya explicó en Luz del mundo en 2010 que un papa puede dimitir «en un momento de serenidad, no en el momento del peligro». En el mismo documento, ya señalaba que notaba cómo sus fuerzas iban disminuyendo y temía que el trabajo que conllevaba su misión «sea excesivo para un hombre de 83 años».
Pues yo lo que creo, puestos ya a aguantar la trola si no hemos sido capaces de montar guillotinas como ellos montaron hogueras para asarnos a los progresistas, es que hay otras iglesias cristianas no católicas con mucho menos o ninguno, historial sangriento y pederasta que la del Vaticano.
Hay que enviar al paro a todo el curanderío español y promocionar para los talibánicos creyentes el protestantismo, por ejemplo.
Del mal, el menor.
Este estaba metido en el gurtelazo y seguramente ha sido su mismo dios el que le ha cesado para evitar un mayor desprestigio de la Iglesia Pederástica Católica y Romana, porque ya empiezan a despertar del hipnotismo secular hasta los indios andinos.
Aquí ha tomado cartas en el asunto la Vicepresidenta del Cielo Excelentísima e Ilustrísima Señora de Virgensanta aconsejándole que se largue y que tire de la cadena cuando salga.
Ya tenemos noticia extensa para tapar el barcenazo por lo menos hasta el verano, porque ahora vendrá la fumata blanca con otro facha y las visitas al Vaticano de nuestros peperos con cuentas fabulosas no declaradas a Hacienda en el Banco Ambrosiano.
Lo pensé cuando lo eligieron, tenían que elegir a uno joven, con 30 años máximo, para ahorrarnos a quienes no comulgamos con sus soflamas, pasar el mal trago de la elección papal cada poco tiempo, que nos lo van a meter hasta en la sopa ¿O utilizan la reelección para re-evangelizar este mundo descreído de sus mentiras?
Cuando lo eligieron yo leí que se dudaba entre un papado de reforma o un papado corto, para darse un tiempo, y optaron por el papado corto, eligiendo a un anciano. Espero que ahora venga el papado de reforma, que la iglesia católica las necesita de urgencia. Y, mal que nos pese, por la enorme influencia que mantiene en el mundo y concretamente en España, un buen papa y una buena reforma nos pueden ayudar mucho, o, como poco, dejar de hacernos mucho mal.