Opinión
Los asesinos de Jara no pudieron con su voz
Los verdugos del cantor chileno, por fin, han sido procesados.
Acabamos de saberlo, casi 40 años después, ya tenemos, por fin, los nombres de los verdugos de Víctor Jara. Así de largo ha sido el plazo que se ha tomado la justicia frente a la fácil, cruel y burladora acechanza del olvido que encubría a los culpables. Habían silenciado al cantor, pero no la vida de su canto. Pervivía su voz en la razón y sentir de sus versos entre quienes le profesaron afinidad y escucha, firmes valedores de su memoria y tenaces retadores de la impunidad criminal y alevosa que acabó con su joven biografía.
El cantor había dejado la semilla y la huella de su paso en la voz del viento. Decía nuestro León Felipe que los vientos fuertes llevan a cada cual a su sitio. El de los poetas afincados en la entraña popular está en la permanencia de su soplo para hacer más respirables los paisajes de la existencia: Si se calla el cantor muere la vida, porque la vida misma es todo un canto.
Nada ni nadie acallará jamás a los poetas, a menos que acabemos con nuestra más cabal certidumbre de humanidad, ese código fundamental de ser libres a través de la palabra. Si eso ocurriera, el hombre perdería su más alto sentido de habitar la tierra con sentimiento y razón, claves de nuestra cultura y máxima defensa de nuestra identidad contra todo pensamiento único: Que no calle el cantor porque el silencio, cobarde apaña la maldad que oprime.
A Víctor Jara lo detuvieron los frenéticos verdugos del general Augusto al día siguiente de que éste acabara a tiro limpio con el régimen democrático de Salvador Allende. Encarcelado en el Estadio Chile, donde se consumaría una de las páginas criminales más espeluznantes de la historia del país, fue golpeado y torturado. Sus manos, sobre todo, sufrieron el sadismo bestial de sus verdugos, obcecados con la idea de silenciar para siempre la música de sus dedos. Pero aunque apagaron su corazón con 34 balazos, el corazón de esa música no ha dejado de sonar desde entonces: Debe el canto ser luz sobre los campos, iluminando siempre a los de abajo.
La justicia chilena ha procesado a siete militares retirados, dos de ellos acusados de haber participado directamente en el asesinato de Jara. Se trata de Hugo Sánchez Marmonti y Pedro Barrientos Núñez. Ellos y sus cinco cómplices deberían haber imaginado que tarde o temprano se encontrarían con la voz del cantor, que no ha dejado de sonar contra su crimen durante cuatro largos decenios: No saben los cantores de agachadas, no callarán jamás de frente al crimen.
Lo celebro, sobre todo, por Amanda, hija de Víctor y de Joan Turner, y nieta de Amanda, la modesta abuela lavandera que aupó en el recuerdo de su hijo una de sus más enternecedoras e inolvidables canciones. Las dos representan el origen, la pervivencia y el porvenir de su canto, para que nunca se cumpla lo que los verdugos de Jara pretendieron al asesinarlo: Si se calla el cantor muere de espanto la esperanza, la luz y la alegría. (*)
*Si se calla el cantor, canción de Horacio Guarany
Que belleza la de tus palabras. Gracias por este texto… cada vez que escucho esa cancion Victor viene a mi mente. Ahora con mayor razon.
Esto demuestra lo tarde que llega la justicia cuando se trata de ue los dictadores y sus esbirros paguen por sus crímenes. Cuarenta años es toda una vida, la que han podido vivir esos verdugos precisamente en Miami, emporio de toda la gusanera facha.