Opinión
El ginecólogo de Gaza
Transcurridos 65 años desde que la ONU aprobó la resolución 181 (II), que estipula la creación de un Estado judío y otro árabe en Palestina, Israel sigue viviendo de espaldas a esa resolución.
El 29 de noviembre de cada año las Naciones Unidas conmemoran el Día Internacional de Solidaridad con el Pueblo Palestino. En esa fecha se recuerda el día de 1947 en que la Asamblea General aprobó la resolución 181 (II) por la que se estipula la creación de un Estado judío y un Estado árabe en Palestina. Han pasado 65 años y el balance de 2.012, según Amnistía Internacional (AI), demuestra que el Estado de Israel no solo vive de espaldas a esa resolución, sino hasta qué punto vulnera los derechos civiles del pueblo palestino.
En un informe titulado Estado de los derechos humanos en el mundo en 2012, presentado hace unos meses en Londres, AI criticaba duramente la violación de esos derechos y la violencia que comete el régimen de Israel contra la población palestina, que en estos días se ha recrudecido con una nueva operación militar contra la franja de Gaza, con un balance provisional de más de 80 palestinos muertos y numerosos heridos.
Además del bloqueo sufrido por Gaza, también se denuncia en el citado informe al ejército israelí por el uso excesivo de la fuerza contra la sociedad civil en los territorios palestinos ocupados, con un balance de 55 ciudadanos muertos el año pasado y miles de detenidos en Cisjordania. Más de 307 fueron sometidos a detención administrativa, sin cargos ni juicio, y otros fueron condenados a prisión en juicios militares. AI arremete en su documento contra el régimen de Tel Aviv, al que acusa de torturar violentamente a los reclusos palestinos y seguir enjuiciándolos en tribunales militares sin que tengan acceso a sus abogados. En Cisjordania, el régimen de Israel siguió construyendo el muro de separación de 700 kilómetros y ampliando los asentamientos, en contravención del derecho internacional. AI denuncia y condena asimismo la demolición de viviendas e instalaciones palestinas en la misma región.
Hace unos meses, en una entrevista con el doctor Izzeldin Abuelaish, publicada en el diario Clarín de Buenos Aires, este reputado médico palestino recordaba la tragedia vivida por su pueblo y su propia familia entre diciembre de 2008 y enero de 2009, cuando Israel lanzó la Operación Plomo Fundido sobre Gaza, destinada a destruir la infraestructura militar de Hamas. Como se recordará, la ofensiva por tierra, mar y aire fue brutal y y el mayor número de víctimas mortales se registró entre la población civil.
“Yo estaba en mi casa con mis hijas el sábado 27 de diciembre -contaba Abuelaish-, preparando las cosas para irme al día siguiente al hospital israelí donde trabajaba, cuando se cerraron todos las fronteras y cercaron la Franja de Gaza. Así que me quedé allí hasta el 16 de enero de 2009 a las 16.45, cuando ocurrió el bombardeo”. Una bomba cayó sobre la habitación en la que se encontraban sus hijos y una sobrina. Bessan, Aya y Mayar murieron despedazadas por la explosión. Abuelaish reclama ahora con vehemencia paz y libertad para Palestina. No puede evitar, al tiempo, que las lágrimas afloren a sus ojos al recordar a sus tres hijas muertas: “Mi vida es una tragedia, nací y me crié en un campo de refugiados. Toda mi vida sufrí opresión, humillación e intimidación. Derribaron mi casa y como palestino luché para sobrevivir, sólo para poder vivir, sin estar seguro sobre el mañana. La gente esperaba que odiara, es verdad, a lo mejor tengo el derecho a odiar, pero tenemos la opción de elegir entre odiar y no odiar”.
La niñez de Abuelaish discurrió en el campo de refugiados de Jabalia. A base de esfuerzo logró estudiar medicina en El Cairo. Luego se especializó en ginecología y obstetricia en universidades israelíes, italianas y británicas. Trabajó en hospitales de Israel, curando y ayudando a nacer a bebés israelíes y palestinos. Formó una familia de ocho hijos. Cuando la vida comenzaba a compensarlo, cuando la Universidad de Toronto lo había contratado para dar clases de medicina, todo se desmoronó. «Recuerdo a mis hijas y siento que hablo con ellas, me dan energía», afirmaba el doctor. «El odio no sirve porque cuando empiezas a odiar a alguien, te vuelves ciego, no sabes qué hacer, es un veneno, pierdes el control. Mis hijas nunca odiaron. Si quiero hacer justicia por ellas, tengo que mandarles bendiciones y oraciones, que sepan que ellas son recordadas, que estoy difundiendo su mensaje”.
La tragedia familiar convirtió a Abuelaish en un activista por la paz y la reconciliación: “Los palestinos están sedientos, hambrientos de paz, pero ¿qué es paz? Paz es vida, no sólo una palabra abstracta. Paz es libertad, justicia. La paz es algo que disfrutamos, tocamos, vivimos. Nadie nace violento, ni se enseña a ser violento. La violencia se crea. No hay que culpar al otro por ser violento, esa es una forma de esquivar la responsabilidad. Cuando hablamos de paz con alguien que desea paz es doloroso, como si habláramos de comida con alguien que está hambriento. La paz no es buena sólo para los palestinos, es buena para todos. Para poder celebrar la libertad en el mundo hay que celebrar la libertad de los palestinos, de su opresión, y también la libertad de los israelíes de su miedo y de su arrogancia”.
Abuelaish vive actualmente en Toronto con el resto de su familia. El doctor de Gaza, como se le conoce, ha dejado constancia de su pensamiento en un libro cuyo título es una llamada a gritos para que se resuelva la tragedia de su pueblo: No voy a odiar. El autor piensa en Bessan, Aya y Mayar, sus hijas destrozadas por la metralla israelí, cada vez que se producen noticias de odio y muerte en Palestina. Transcurridos 65 años desde que la ONU aprobó la resolución 181 (II), no deja de correr la sangre en aquellos territorios, sobre todo en estos últimos días con motivo de la operación israelí Pilar Defensivo, que reproduce la vivida hace tres años por Izzeldin Abuelaish, otra vez con un número siniestra y significativamente alto de niños palestinos asesinados (10 entre las 31 víctimas del pasado domingo).
Yo creía que alguien que ha sufrido (un holocausto nazi) entiende mejor el dolor ajeno; pero veo que los judíos no han entendido nada.
Que abusan de su gran superioridad económica (las finanzas de Wall Street están dominadas por ellos. De ahí la sumisión de los sucesivos gobiernos norteamericanos al gobierno de Israel
y supongo que por la misma razón la condescendencia de los gobiernos de la Unión Europea).
Optar por el más poderoso cerrando además ojos y boca ante los crímenes e injusticias que comete, a la larga dá mal resultado. Los déspotas se crecen, además de apoyarse entre ellos, y cuando el mundo está regido por déspotas ni es posible la paz ni la justicia ni la libertad.
(«Callarse ante la perversidad es hacerse cómplice de ella y la vida, tarde o temprano, os pasará factura». (Martin L. King)
Sionismo y nazismo tienen el mismo significado.