Cultura

Botto: "Uno es capaz de justificarse lo que sea para sobrevivir"

Juan Diego Botto analiza el éxito de "Un trozo invisible de este mundo". Firmada e interpretazada por él, la obra está protagonizada por emigrantes y exiliados. // Puede verse en el Matadero de Madrid hasta el 4 de noviembre.

MADRID// Entrevistar al autor de una obra de teatro cuando lleva más de dos semanas representándose tiene alguna ventaja. Se sabe casi todas las preguntas y  ha perfeccionado sus respuestas, así que lo mejor es olvidarlas y entablar una conversación sin rumbo fijo.

La obra también ha evolucionado desde que se estrenó. Han aparecido nuevas frases y el equipo ha perdido los nervios iniciales. A estas alturas, Juan Diego Botto es consciente de que su interpretación en Un trozo invisible de este mundo es, probablemente, la mejor de su carrera.

Se lo dicen compañeros de profesión y los espectadores, que cada noche se ponen en pie para aplaudirle, después de 100 minutos en los que pasan de soltar carcajadas que no esperaban a sentirse sobrecogidos por la dureza de un guion que, por desgracia, se inspira en hechos que adivinan muy reales.

El premio es doble, porque este actor hispano-argentino firma también los cinco monólogos que se pueden ver en El Matadero de Madrid hasta el próximo 4 de noviembre. Para el autor de la obra, es «un placer» decir e interpretar cosas en las que cree. Y, sobre todo,»emboscar al público, pensar ‘ahora lo vas a escuchar'».

Conectado a la actualidad

Pero quizá lo mejor de esta experiencia haya sido comprobar que el teatro «está más vivo que nunca». La actualidad, que ha dejado de ser una especie de telón de fondo para invadir las conversaciones más vulgares, se ha colado varias veces en la obra de Botto.

Desde que acabó de escribir esta pieza, a principios de agosto, han empeorado las condiciones de vida de sus verdaderos protagonistas: emigrantes, exiliados y víctimas de genocidios. En septiembre, el Gobierno dejó sin tarjeta sanitaria a los extranjeros sin documentación en regla. Denunciar esa discriminación sobre el escenario podría haber sonado exagerada hace unos meses. Ya no.

Tres días después del estreno, la actualidad volvió a  conmocionar al equipo dirigido por Sergio Peris-Mencheta. Fue entonces cuando se supo que se archivaba la investigación sobre el caso de Samba Martine, la congoleña que murió tras pasar 40 días en un Centro de Inmigrantes (CIE) y que ha inspirado el monólogo central de la obra.

Samba tenía sida. Durante su reclusión en el CIE de Aluche (Madrid) pidió atención médica en más de diez ocasiones, pero no recibió el tratamiento que necesitaba. Su caso fue denunciado por una ONG. Botto lo descubrió cuando asistió a su entierro. Su madre repetía sin cesar el mismo lamento: «Yo que te parí, no te puedo abrazar. Yo que te vi crecer, no te puedo abrazar».

Esas palabras se quedaron retumbando en sus oídos y se unieron a otras muchas que hablan del dolor del desarraigo y, sobre todo, de la injusticia. Este hijo de un desaparecido argentino las viene escuchando desde niño y ahora sigue oyéndolas en su barrio y en todos esos pequeños actos a los que asiste como ciudadano anónimo.

Investigación archivada

La noticia de que el juez archivaba el caso de Samba fue «muy dolorosa». El magistrado argumenta que no existía «atisbo alguno de que se haya producido una conducta negligente o mala praxis por parte de alguno de los sanitarios que atendieron a la fallecida, y existe, contrariamente, constatación de que, en cualquier caso, ineludiblemente, se habría producido el mismo resultado”.

Sí, Samba hubiera muerto igualmente. Todos lo hacemos. Pero no con esa crueldad y esos dolores, denuncia Botto.  Sobre el escenario, es Astrid Jones quien los describe. Su personaje tiene claroscuros, como todos los que ha inventado el actor que hace 15 años destacara por su interpretación del joven atormentado Martín Hache.

Botto ha querido inventar personajes complejos. Sale de ellos cambiando el gesto en el rostro y también el acento, que recorre las dos orillas del Océano en varias ocasiones. No es fácil evitar la emoción, demasiados guiños y referencias a su propia historia.

Por eso le divierte encarnar al español racista que da la bienvenida a los espectadores desde la cinta de equipajes de un aeropuerto y que, después de hacerles reír, logra descolocarlos cuando cita a Lorca. «Es reaccionario, pero también culto, liberal. Está inspirado en algún político madrileño», aclara Botto.

Sin héroes

«Era importante que ningún personaje fuese heroico», explica el dramaturgo. Por ello, a ratos, se muestran mezquinos, indignos e insolidarios. Y, pese a todo, son grandes, incluso el delator argentino que se justifica citando a Primo Levi. «Sí, de repente, apareció un delator…», dice Botto con una media sonrisa que alarga los puntos suspensivos. «Uno es capaz de justificarse lo que sea para sobrevivir», concluye al fin.

A continuación, propone un antídoto: la acción, tomar el cielo por asalto, parafraseando a Marx. La crítica que más le ha llegado es la de un conocido que le escribió diciéndole que él era de los que pensaban que lo mejor era dejar pasar las cosas, pero después de ver la obra -varias veces ya- había cambiado de opinión.

«Hacer o no hacer no da igual. No es lo mismo 2 que 0», insiste Botto dentro y fuera del escenario. Del mismo modo, tampoco distingue al denunciar el genocidio argentino o el español: «La memoria es lo que nos dota de identidad. Aquí se ha intentado borrar durante 40 años. Querían que creyéramos que todo aquello no existió».

Y no solo sí existió, sino que se parece demasiado a lo que hoy, dichosa actualidad, sufren personas como Samba. En el Congo y en Aluche.

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Comentarios
  1. Dar las gracias a Botto por esta obra que ha hecho y de la que la gente habla muy bien. Me gustaría saber si la van a mover por más ciudades o sólo se hará en Madrid. Me interesaría saber si la van a traer a Zaragoza. Gracias.

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