Cultura
La Kumbia Queers traen a Madrid a su mestizo de cumbia y punk
Las creadoras del Tropipunk actúan en la tercera edición del Chico-Trópico, el festival de experimentos tropicales y psicodelia latinoamericana de la capital.
MADRID // La cumbia, esa música declinada en tantas variedades como países tiene América Latina, ha salido del gueto de lo injustamente catalogado como hortera apareándose con guitarras eléctricas, punk y rock. Las celestinas de esa orgía improbable han sido seis chicas -cinco argentinas y una mexicana- que pertenecían a diferentes grupos musicales y que un día de 2007 coincidieron en Buenos Aires en el festival de música Belladona.
Entre ellas hubo química y muchas risas, y entonces decidieron que la pureza era muy aburrida y que no por nada el mestizaje produce hermosos vástagos. En medio de un climax de diversión, de música y de irreverencia, se bautizaron como Kumbia Queers y organizaron una cita a ciegas entre el rock, el punk y la cumbia. A ciegas porque las recién conversas “no tenían ni idea de cómo tocar cumbia”, explica Ali Gua Gua, la vocalista y única mexicana del grupo.
Y surgió el idilio. Mientras algún purista de los Black Sabbath y los Ramones se rasgaba la camiseta –negra, claro- al escuchar versiones de los temas de estos grupos “encumbianchados”, recuerda Ali, las Kumbia Queers alumbraron a su mestizo: el Tropipunk. Un género nuevo inventado por ellas que estas semanas están paseando por Europa a bordo de una furgoneta que conduce su manager.
Concierto en Madrid
La furgoneta aparcará en Madrid este viernes, 14 de septiembre. Lo hará junto a la Nave de Música de Matadero de Madrid, donde actuarán en la tercera edición del festival de experimentos tropicales y psicodelia latinoamericana de la capital, Chico-Trópico.
Pero lo que hacen las Kumbia Queers no es sólo mestizaje musical. Cuando suben al escenario, una ataviada con una camiseta de marinero y llena de tatuajes; la otra, con un sombrero de cow-boy; o bien una tercera con una cinta de tenis en el pelo a lo Rafa Nadal, e irrumpen con su poderoso directo, lo que ofrecen al público es un ocio diferente. Una diversión en las antípodas de la cultura dominante “ligada al consumo”, asegura la vocalista del grupo.
Su ropa, su aspecto y sus letras saltan alegremente de un lado a otro de la frontera trazada por los conceptos clásicos de la identidad de género; de lo femenino y lo masculino; del amor y de las preferencias sexuales y de la música popular y contemporánea.
El adjetivo “queer” de su nombre es un manifiesto: “No nos identificamos con la etiqueta que nos sitúa en la ‘música gay’. Sentimos que ese término, gay, es excluyente. Por encima de las preferencias sexuales de cada una, no entendemos esa idea que pretende que existe una música para hombres y otra para mujeres, o una música para gays; o una música para ‘osos’ o para viejitos”, subraya Ali.
Los estereotipos los rompen con el humor que despliegan en sus vídeos. “Danieelaaaa, si tú quisieraaaas””, canta una de ellas disfrazada de tenista mientras le repite a su antiguo amor, ahora rival en el campo, que se ha depilado para recuperarla.
En “Chica de calendario”, un bellezón con piernas de esas que precisan un mapa –la transexual mexicana Alejandra Bogue- se pasea con un frasco de lubricante por un taller mecánico. De debajo de un coche, sale el operario, que no tiene musculazos: es Ali, la cantante, que piropea a la chica que extiende su interminable anatomía encima del capó de un coche. Y todo a ritmo de una música diferente.
El Chico-Trópico llega al fin del mundo
El festival Chico-Trópico es el hijo de una noche que la periodista canaria Sara Brito pasó en blanco. Emborronando papeles hasta las ocho de la mañana plasmó un amor: el que tiene por la música latinoamericana. «Desde hace cuatro años, ya no escucho nada más», explica.
Este año, acuciada por los recortes, la creadora del Chico-Trópico, junto con su coorganizador, el músico argentino Pedro Bruschi, ha montado la tercera edición del festival buscándose la vida, poniendo dinero y gracias al apoyo de una veintena de amigos que incluso han alojado a los artistas en sus casas.
Sin patrocinadores (el único respaldo con el que han contado es el espacio y el sonido cedido por Nave de Música-Matadero con el apoyo de Red Bull), y para su sorpresa, Sara y Pedro descubrieron a «músicos alucinantes», como Janet Chang y la cumbia peruana que está haciendo la comunidad de ese país en España.
En los tres años de vida del festival, Sara ha logrado que se abra una grieta en el desconocimiento que existe en España en torno a la música tropical. Este año las actuaciones de las Kumbia Queers, Janet Chang, La Gallera Social Club, o los Hermanos Pizarro, conductores del programa de Radio 3, entre otros, tendrán lugar bajo un leit-motif : el fin del mundo, en un guiño a la omnipresente crisis.