Sociedad

El fuego convierte el pulmón de Valencia en un desierto

Mientras los periódicos dedican sus portadas al triunfo de España en la Eurocopa, los habitantes de las aldeas afectadas por el incendio vuelven brevemente a sus casas a recoger sus pertenencias en medio de la indiferencia general.

“No queda nada, qué vamos a respirar, esto es un desierto”. María se muerde los labios durante su visita a Osset, el fuego no ha llegado a su casa, ni a la de sus 300 vecinos que puede llegar a haber en esta aldea en verano, pero todo el pequeño entorno urbano ha sido asolado por las llamas.

Hace tres días que sus habitantes no pueden subir hasta Osset. Este lunes la Guardia Civil les dejó entrar en la aldea durante media hora para coger lo imprescindible, “medicinas, y poco más”. Era el primer retorno al lugar de la tragedia tras 72 horas de incertidumbre y desinformación.

La carretera que une Villar del Arzobispo con Osset es un enorme manto de cenizas y de pinos quemados que, como cuchillos clavados en el suelo, ofrecen una imagen de suelo herido, un suelo al que daban vida y que ha sido testigo involuntario de su muerte. Estos antiguos bosques frondosos, por donde corrían jabalíes y conejos, son parte de las cerca de 50.000 hectáreas que han ardido en el País Valencià en los últimos tres días.

Los vecinos de Osset fueron de los primeros en ser desalojados. Los días fuera de casa han hecho que crezca en ellos una mezcla de indignación y lamento. “Se veía venir”, se queja uno de los vecinos, “siempre ha habido incendios, pero se han controlado, hasta nosotros hemos apagado alguno, pero el monte antes estaba limpio, el ganado también era muy importante, pero ahora… ya no”.

La caravana en Osset permanece unos minutos. Enseguida la Guardia Civil vuelve a concentrar a los vecinos. “Por favor, es importante que no se quede nadie, hace mucho viento y es peligroso”, alertan. Los coches comienzan el descenso a Villar del Arzobispo con la tranquilidad de ver que el fuego no ha llegado a sus casas. No hay daños personales y eso es un alivio. Un alivio que dura poco. Abajo, en Villar ya se corre la voz del accidente de dos helicópteros que trabajaban en labores de extinción. Hay un muerto, el piloto de una de los dos aeronaves, y de nuevo aparecen las caras de pena e indignación. Son ya 3 días de pesadilla continúa. “Pero cuándo se va a acabar esto”, se lamenta una joven. Pero no obtiene respuesta.

Mientras en Osset, en Andilla y en todos los pueblos y territorios asolados por la tragedia, son días de angustia. La capital, a 50 kilómetros, se ha despertado con el triunfo de la selección española en la Eurocopa. Es portada en todos los periódicos. “No les importamos”, repite angustiado un vecino, “algún día se darán cuenta de que han perdido el verdadero pulmón de la ciudad”, pero será demasiado tarde, ya es un desierto, el nuevo desierto de Andilla.

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