Sociedad
Andreas ya no quiere ser campeona
El dopaje secreto con hormonas en la RDA llevó a Heidi Krieger a cambiarse de sexo. Hoy lucha para que le quiten el récord mundial de peso femenino juvenil.
MAGDEBURGO // Andreas Krieger saca de una caja un bulto de medallas con sus cintas de color entrelazadas. “Chatarra”, dice lacónicamente este hombre alto y fornido en su tienda de ropa militar en Magdeburgo, en Alemania del este. Junto con los premios extrae de la caja fotos antiguas de cuando Andreas era Heidi Krieger, campeona de Europa en lanzamiento de peso. Como miles de atletas de la antigua RDA Krieger es víctima de la política de dopaje estatal. Durante años le suministraron hormonas sin su conocimiento, algo que finalmente la llevó a cambiarse de sexo.
“Yo hubiera tirado todas estas cosas a la basura pero mi mujer lo impidió”, explica durante la visita de un equipo de Informe Robinson de Canal Plus.
Krieger sigue interesado en los grandes eventos deportivos, como los Juegos Olímpicos de este verano en Londres, pero con un ojo crítico. “Cuando veo estas competiciones me alucina lo poco que han cambiado las cosas en el deporte”, comenta. Desde hace meses, Krieger mantiene una pelea con la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF, en sus siglas en inglés) para que le quiten el récord mundial de lanzamiento de peso femenino juvenil en pista cubierta que obtuvo cuando tenía 16 años. “Entonces ya estaba dopado porque ya me daban las pastillas de las hormonas”, explica. Pero la IAAF le exige pruebas jurídicas. “Está todo demostrado, hay una sentencia. No sé qué más quieren”, se enfada Krieger. “No quiero que los deportistas jóvenes tomen este récord contaminado como la marca a batir”, añade.
La joven Heidi era una chica alta y atlética pero bastante delgada. Entró en el sistema de formación de deportistas de élite. “Como en la RDA no había frutas y verduras durante todo el año nos daban complementos de vitaminas. Así acostumbraban a los chavales a tomar pastillas”, recuerda el hombre de 46 años. Pronto mezclaron estas pastillas con otras de color azul. Era el Oral Turinabol, una hormona masculina que aumentaba el rendimiento pero que dejaba secuelas graves en las mujeres a largo plazo. “En poco tiempo me convertí en una máquina que pesaba más de cien kilos”, dice Krieger.
Heidi tuvo su mayor éxito al ganar el campeonato europeo de 1986 en Stuttgart. Unos años después tuvo que abandonar el deporte por problemas de salud. Lo mismo le pasaba a la que hoy es su mujer, una nadadora de élite de la RDA. “No entendía lo que me pasaba. Cuando preguntaba a los entrenadores si había algo raro me llamaban esquizofrénica”, recuerda Katrin Krause-Krieger. “En los años 80 muchos atletas empezaron a tener dudas”, explica Klaus Zoellig, médico deportivo y presidente de la Fundación contra el Dopaje a la que pertenecen también los Krieger. “La Stasi –los servicios secretos de la RDA– dijo a los entrenadores que apelaran al sentido patriótico de sus atletas y si esto no funcionaba, que ya se harían cargo de ellos”, añade.
En 2000, una década después de la caída del Muro de Berlín, unos 200 exdeportistas, víctimas del dopaje de Estado, llevaron a juicio al ex ministro de Deportes de la RDA, Manfred Ewald, y al médico jefe, Manfred Höppner. Los condenaron a penas de cárcel en suspenso y nunca pisaron la cárcel. “Para mí fue satisfactorio poder decirles a la cara que me habían cambiado la vida”, cuenta Krieger.
Tres años antes se había sometido a una operación de cambio de sexo. “Me sentía muy raro. No me gustaban los hombres ni yo a ellos. Me gustaban las mujeres pero no me consideraba lesbiana”, resume. Un compañero de trabajo transexual le convenció entonces de dar el paso definitivo. Aunque quizás no fue el único factor, la ingesta masiva de hormonas masculinas inclinó el balance de su sexualidad. “Quién sabe. Sin Oral Turinabol igual hoy sería una mamá de cinco niños”, admite Krieger que reflexiona sobre su pasado con sentido del humor. “Heidi ha muerto pero aún es parte de mí y es importante”, concluye.
Krieger donó su medalla de oro de 1986 a la fundación, que lo convirtió en un premio que otorga a personas que se han destacado en la lucha contra el dopaje. Y aun hay bastantes motivos para seguir luchando. “Después de la reunificación, muchos entrenadores y médicos de la RDA que habían participado en el programa de dopaje encontraron trabajo en las federaciones. El sistema deportivo de hoy no es tan diferente del de la RDA”, opina Ines Geipel, otra atleta víctima del dopaje estatal. Tras una larga disputa, Geipel consiguió que se eliminara su nombre del récord mundial de clubes de 4×100 metros relevo. “Hoy soy solo un asterisco en las estadísticas”, dice.
Krieger aún no ha logrado que le quiten su récord pero no se rinde ante la hipocresía de los funcionarios del deporte. “Han cambiado las sustancias pero sigue habiendo dopaje”, resume con tristeza. “El éxito aún pesa más que la moral”.
Un plan estatal pata la guerra de los dos bloques
La República Democrática Alemana, con apenas 16 millones de habitantes, fue una superpotencia mundial en deporte. En los Juegos Olímpicos de Montreal (1976), Moscú (1980) y Seúl (1988) la RDA fue segunda en el medallero, solo superada por la URSS. Muchos éxitos fueron fruto del sistema de dopaje estatal, el llamado“plan 14.25”. Se calcula que entre 1968 y 1989 unos 10.000 atletas, muchos de ellos adolescentes, fueron víctimas de estos crímenes del Estado. Muchos no sabían que les estaban envenenando. Unos 400 entrenadores,médicos y funcionarios participaban en la ejecución del plan. “El objetivo de la cúpula de la RDA era demostrar que el socialismo era el mejor sistema. Y en la guerra de los sistemas no importaban los individuos”, comenta Katrin Krause-Krieger, ex nadadora de élite que aún hoy sufre las secuelas de las hormonas.
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