Opinión
Si esto es una democracia
Cuando el poder quiere mantener un privilegio, coloca una ficha en el gobierno. Cuando los trabajadores quieren defender un derecho, o ponen el pecho o se convierten en estadísticas de paro o precariedad (...)
Cuando el poder quiere mantener un privilegio, coloca una ficha en el gobierno. Cuando los trabajadores quieren defender un derecho, o ponen el pecho o se convierten en estadísticas de paro o precariedad.
A la industria de armamento le basta colocar a un ejecutivo suyo en Defensa para conseguir millones de indemnización (mermó el negocio de la muerte con la prohibición de las bombas de racimo) o se sirven de las monarquías como intermediadoras perfectas para vender motores, balas o ruinosos eventos deportivos.
Lehman Brothers ocupa Economía con el encargo de buscar los 300.000 millones fallidos de los balances inmobiliarios (ya han recuperado más de la mitad). Las constructoras, siempre con litigios pendientes con la administración, ponen de Abogada General del Estado a la que fue su principal asesora legal y personal, y no dudan en invitar a los palcos de los estadios a políticos de todo signo que entiendan de concejalías de urbanismo susceptibles de estar en nómina.
El río de la red de financiación valenciana suena cuando el agua aliviana al nuevo presidente del CGPJ, el mismo que fungió de conseller de Francisco Camps en los años luminosos en los que la Gürtel apretaba pero no ahogaba.
El modelo neoliberal –huida hacia delante tras la quiebra del keynesianismo–, solo puede sobrevivir desconstitucionalizando la democracia. Ahora ha estallado la mentira, pero fue incubándose mientras Curro estaba de vacaciones. El Tratado de Maastricht o el de Lisboa –dos actos de barbarie por los que todavía no piden perdón los eurocretinos– daban por disuelta la política y reducían a los trabajadores a mercancías. Banqueros sabios e independientes (que, sin excepción, habían tenido algún encontronazo con Hacienda o con la justicia en sus trayectorias) terminarían por cambiar el derecho al trabajo por el derecho a buscar trabajo.
Cuando el PP y el PSOE cambiaron la intocable Constitución para dar prioridad al pago de la deuda, dinamitaron el artículo que abre la ley máxima.
El que dice que somos un Estado social –con 160 desahucios diarios, 5 millones de parados, una universidad para ricos, repago sanitario, cierre de camas hospitalarias y una escuela pública que se quiere por los suelos; democrático, pero que no consulta ni el pago de la deuda ni qué Constitución queremos, y de derecho, con la judicatura y la división de poderes reducidos a cenas para dos en la kitsch Marbella o a la justificación de la violencia de policías lobotomizados. (¿No sería más creíble el neoradicalismo del PSOE en la oposición si exigiera regresar al viejo artículo 135?).
Nunca entendí la pasividad de los campos de concentración. ¿Ponerse de lado esperando que el Kapo no te viera esa tarde cruzar el patio? Hay más humanidad en el levantamiento del gueto de Varsovia. Si te van a gasear, háblale de tú a tú a tus asesinos. EnParaguay, en Bolivia o en Egipto, la democracia se salva en la calle.
Los mineros aquí están defendiendo lo pactado -pacta sunt servanday un puesto de trabajo digno. Si cada colectivo hiciera lo mismo con tanta convicción, los que están encerrando a la ciudadanía en modernos campos de exterminio tendrían que sentarse a negociar una solución que, de verdad, implicara a todos.
El capitalismo siempre se ajusta por el eslabón más débil. Lo extraño es que el eslabón más débil sea el 99%.
[…] publicado en MásPúblico el 27 de junio de […]