Me parecería estupendo que los dirigentes y máximos responsables de los partidos que se reclaman de izquierda asumieran sus responsabilidades cuando las cosas no van bien, no sólo cuando los resultados electorales quedan lejos de las expectativas de las formaciones que dirigen.
Una necesidad, una práctica muy saludable que, sin duda, contribuiría a oxigenar la vida pública, tan contaminada de arrogancia, tan ausente de autocríticas sinceras y de verdadero alcance. Si los dirigentes políticos actuaran de esa manera, trasladarían a la ciudadanía el mensaje de que no se agarran como lapas a los cargos y de que hay un camino de vuelta, bien sea a su profesión o a sus estudios -que, cabe suponer, todos tenían antes de que se dedicaran a la política-, o también a la militancia anónima, lejos de los flashes y el reconocimiento público. ¡Ay, que poco transitados están esos caminos!
La renuncia de Yolanda Díaz
El primer Podemos, el que impugnaba con audacia y determinación el statu quo, el que abanderó con orgullo el lema “no nos representan”, apuntaba en esta dirección; su irrupción supuso un vendaval que socavó el abecé de la política institucional, para luego convertirse, desgraciadamente, en más de lo mismo. Las cúpulas han pugnado por mantenerse en sus privilegiadas posiciones orgánicas contra viento y marea. Y lo han conseguido, en medio de rifirrafes continuos desplegados en diferentes redes sociales, a los que asistió atónita la militancia y mucha gente que vivió esperanzada este movimiento. ¿Debate político donde se ponían en liza diferentes posiciones?, ¿asunción de responsabilidades? De eso poco.
Y en esto llega ahora Yolanda Díaz, la designada a dedo por Pablo Iglesias para que continúe su labor al frente de Unidas Podemos, y anuncia que, a la vista de los muy malos resultados obtenidos en las elecciones al Parlamento Europeo -y a los asimismo decepcionantes de las elecciones precedentes- renuncia a la jefatura de Sumar. Como ejemplo de lo que es la «nueva política» (otro ejemplo más), dicho anuncio se realiza a través de un vídeo grabado y, por lo tanto, sin presencia de periodistas que puedan preguntar sobre las razones de ese trascendental paso y sus consecuencias (aunque esa presencia en realidad nada garantiza, pues ya se ha convertido en una costumbre convertir las ruedas de prensa en solemnes declaraciones de los políticos de uno y otro signo en las que no se admiten preguntas).
La acción de gobierno
Comunica Yolanda Díaz que concentrará todos sus esfuerzos en la acción de gobierno, en su desempeño como Vicepresidenta Segunda y Ministra de Trabajo y Economía Social, pues es donde se siente «útil», y donde, en su opinión, se han obtenido grandes logros; un gobierno que, esa sería la razón última de su decisión, hay que cuidar y fortalecer ante la seria amenaza de las derechas, cada vez más cerca. Otra grandilocuente declaración que, lejos de ser aceptada como una verdad incuestionable, debería abrir un debate sobre los logros y las carencias de la acción gubernamental, donde encontraremos algunas de las causas de fondo del ascenso de esas derechas.
Al poco tiempo de adoptada esa decisión, firme en apariencia, ante el desconcierto generado porque la máxima impulsora y principal abanderada de la plataforma Sumar abandone el barco, se enmienda a sí misma aclarando que si bien no estará al frente de la misma, no será su cara visible, seguirá formando parte de su núcleo dirigente. ¡Que nadie se alarme, la capitana del barco no lo abandona en aguas turbulentas y desconocidas!
Aunque, como he señalado antes, defiendo que l@s polític@s asuman responsabilidades, incluida la renuncia a los cargos orgánicos, opino que el trasiego de Yolanda Díaz, ¡me voy, me quedo!, es fruto de la improvisación y de un extremo y muy nocivo culto al líder -a la lideresa, en este caso-, donde todo o casi todo pasa por sus movimientos personales.
Se dice que Sumar no tiene estructura ni arraigo en el territorio, que ha sido un acuerdo por arriba que básicamente ha consistido en el reparto de los puestos en las candidaturas y que ha actuado de manera sectaria en su relación con Podemos (lo mismo cabe decir a la inversa, los dirigentes de este partido, en especial Pablo Iglesias, han desatado una campaña durísima, descalificadora, contra Sumar y especialmente contra Yolanda Díaz; hasta el punto de celebrar su descalabro electoral, pasando de puntillas sobre los asimismo decepcionantes resultados de Podemos),… todo eso es cierto y sin duda alguna son factores que deberían estar en un debate serio y sosegado.
Una reflexión necesaria
Pero si de verdad se quiere abrir ese debate -a estas alturas del partido dudo que exista verdadera voluntad política de hacerlo-, sería obligatorio actuar, cuando menos, en dos direcciones. En primer lugar, se impone un análisis serio y riguroso de los desafíos a acometer, de los recursos a movilizar, de los actores en presencia y de los intereses de los mismos, de los costes y beneficios de las dinámicas a impulsar y, como consecuencia de todo ello, de la relación de fuerzas existente. La autocomplacencia de la que a menudo hacen gala los dirigentes de Sumar (lo mismo que los de Podemos cuando formaban parte del gobierno) en absoluto apunta en esta dirección.
En segundo lugar, para que esta reflexión tenga recorrido y no quede circunscrita a las élites y a los cuadros de los partidos hay que abrirla a los espacios sociales y sindicales, debe convertirse en una pieza fundamental de la movilización ciudadana y de la conquista de ámbitos de intervención. Esto poco o nada tiene que ver con el denominado proceso de escucha que, supuestamente, debía ser el primer impulso de Sumar en los territorios y que básicamente ha quedado reducido a una consulta, no siempre atendida, a los afines, ni con la cada vez más debilitada organicidad de Podemos, que no hace sino reproducir unas estructuras profundamente verticales.
Para mí es evidente, los enormes desafíos que enfrentan las izquierdas no se resuelven con acuerdos electorales ni con refritos de programas para armar candidaturas comunes. ¿Existirá la ambición y la lucidez para empujar en otra dirección o seguiremos erre que erre por caminos trillados y estériles que nos instalan en la política de siempre?