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Sobre los toros
"La supuesta tradición de la fiesta de los toros, que hundiría sus raíces en un supuesto remoto pasado, se debe de contentar con una más que modesta antigüedad, que la trae desde comienzos, mediados del siglo XIX", escribe Alfredo Carralero.
ALFREDO CARRALERO // El análisis sobre la fiesta de los toros, su existencia, su defensa a ultranza en general desde posturas de la derecha política, aunque no siempre sea así, se puede realizar desde diversas perspectivas: como hecho avalado por la tradición, como hecho artístico y estético, como hecho cultural que contiene en lo profundo de sí la forma de ser español.
La tradición de las corridas de toros y encierros
Los encierros son una costumbre taurina que consisten en correr en torno a una manada de toros, entre los cuales están en general los que ese mismo día serán muertos en la corrida de la tarde. La supuesta tradición de los encierros es solo real en veinte o a lo más treinta pueblos y ciudades de España: Pamplona, Cuéllar, San Sebastián de los Reyes y algunos otros menos conocidos. En la inmensa mayoría de los restantes pueblos la supuesta tradición se retrotrae al comienzo de la Transición y de los ayuntamientos democráticos, que en gran medida, al intentar democratizar y popularizar las fiestas locales, copiaron el festejo del encierro.
En cuanto a corridas de toros propiamente dichas, seguramente y sin pretender exponer aquí el Cosío (ya sabéis, la biblia de la tauromaquia), es posible que fuera un ejercicio de destreza militar el de lancear toros a caballo. Más adelante la nobleza lo tomó como un ejercicio digno de su clase social en el que eran acompañados de unos auxiliares a pie. Con la prohibición de los reyes Borbones de que participasen los cortesanos, desaparece el toreo a caballo y se inicia el espectáculo del toreo a pie. Es solo a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX cuando las corridas de toros adoptan la actual estructura. Bueno, no del todo, una de las cosas que hacía más brutales las corridas de toros era que los caballos de los picadores iban sin ningún tipo de protección, con lo cual los toros al embestir abrían los vientres de los caballos esparciendo sus intestinos por la arena antes de morir. Solo en tiempos relativamente cercanos, hacia 1930, se rodeó a los caballos de un peto que impedía que fueran destripados.
Así pues vemos que la supuesta tradición de la fiesta de los toros, que hundiría sus raíces en un supuesto remoto pasado, se debe de contentar con una más que modesta antigüedad, que la trae desde comienzos, mediados del siglo XIX.
El toreo como supuesto hecho estético y artístico
Se empieza a hablar de las supuestas pretensiones artísticas y estéticas del toreo con la consolidación del toreo a pie. Los toreros en las acciones que realizan en la lidia del toro, las diversas formas de utilizar el capote, la muleta, el posicionar al toro, el entrar a matar, etc., suponen sus seguidores que posee una armonía estética en sí y continuadamente durante toda la lidia.
A todo lo anterior los taurinos añaden la música, el colorido de trajes plantean que el toreo tiene algo de baile, de trascendencia, el torero puede morir, el toro morirá seguro. Y todo esto lleva casi a un cierto misticismo trascendente, de lucha entre la vida y la muerte, entre el hombre y la bestia, se asiste –dicen– a la quinta esencia del ser español. A ello se une un dislate total, argumentan los taurinos: si hasta Federico Garcia Lorca, asesinado por rojo y homosexual, veía el arte y la estética del toreo. Y es verdad, García Lorca tiene algunas de sus más bellas poesías uniendo cantares y vidas de “guapos” de navaja rápida y torerillos muertos de hambre, muertos finalmente por el toro.
Pero todo esto, con la subjetividad que impone la percepción del arte y de la estética, es posible que no sea más que palabrería y solo palabrería, que impide cualquier examen ético de esta supuesta “manifestación artística”, en la que uno o varios hombres ponen en peligro su vida de forma innecesaria. Unos animales son torturados de forma inmisericorde, y se argumenta que no es necesario un examen ético, pues estamos en una supuesta “manifestación artística” en la que toro y torero pelean virilmente por su vida. Pero, olvida que el toro es un animal que tiene vida propia que desea como todo ser vivo mantener, que como tal ser, no participa de la supuesta estética de la plaza, que le es absolutamente ajena a su ser y existencia y de la que únicamente saca el ser torturado y muerto.
La presunta españolidad de los toros
Un tema que hay que abordar de inmediato es la presunta e intrínseca españolidad de los toros, o dicho de otra manera, si se renuncia a la “fiesta de los toros” se renuncia a la esencia de lo español y quienes no son partidarios de la “fiesta” son malos españoles y, como corolario, quienes sí son partidarios de la “fiesta nacional” así llamada son quienes defienden y entienden lo “racialmente” español de la fiesta.
Pero se miente al respecto, desde el comienzo de la fiesta de los toros, los espíritus españoles más selectos y brillantes se han opuesto a ella. Desde el siglo XVII a la actualidad se han mostrado radicalmente en contra de la llamada “fiesta nacional”. Haremos un breve repaso por algunos de los más significados, con lo que pondremos de manifiesto el potente grupo de denuncia de los toros, que ha constituido en sí mismo toda una alternativa intelectual e incluso política a lo largo del tiempo. Francisco de Quevedo, en su epístola Contra las costumbres presentes de los castellanos, dirigida al conde duque de Olivares, se muestra crítico contra la crueldad infligida al animal y porque estas matanzas de toros tenia consecuencias nefastas para la agricultura.
Posteriormente, con la llegada de los Borbones a la corona de España, a estos reyes les pareció bárbaro el espectáculo de los toros y prohibieron a la alta nobleza y a la Corte participar en las corridas y lanceado de toros. Serán ilustrados como Melchor Gaspar de Jovellanos quienes se posicionarán claramente contra los toros. El siguiente personaje propuesto no es precisamente de los espíritus más selectos sino mas bien todo lo contrario. Fernando VII, el ultimo rey absolutista, felón y perjuro. Este clausuró todas las universidades del país y abrió escuelas de tauromaquia.
El gran Galdós era contrario a la fiesta de los toros y él, uno de los escritores que más y mejor describe la sociedad española decimonónica, pues bien, nunca hace una descripción de una plaza de toros o corrida, ninguno de sus personajes principales es torero, es más, describe a un personaje “un señorito” y dice que va vestido a lo taurino-chulesco. Pero son los miembros de la Generación del 98 los que parten en general de la premisa directa entre decadencia de España y la fiesta de los toros. Unamuno dice: “Siempre me han aburrido y repugnado las corridas de toros”. Azorín, Baroja e incluso el reaccionario Maeztu son de la misma opinión. Antonio Machado identifica la fiesta de los toros con señoritismo improductivo, con cerril provincianismo y con caciquismo rural creador de: “la España de charanga y pandereta, cerrado y sacristía, devota de Frascuelo y de María”. El premio Nobel y antecesor de la generación de la Edad de Plata de la Ciencia, Ramón y Cajal, decía de las corridas de toros: “Me enorgullezco de no haber figurado nunca entre la clientela de las corridas de toros”.
Hay que decir que la cultura que venía gestando el movimiento socialista era profundamente contraria a la fiesta de los toros. El periódico El Socialista, que era el principal medio de formación del “obrero consciente” que se decía entonces, carecía de sección de toros, lotería y otros juegos de azar. Los socialistas participan de la idea de la Generación del 98, de la la fiesta de los toros y el flamenquismo (así se denominaba entonces a la utilización de la supuesta cultura flamenca, como la quinta esencia de lo español) estaban en el origen del atraso, incultura y embrutecimiento en que estaba sumergido el pueblo español. Tomás Meabe, socialista vizcaíno y fundador de las Juventudes Socialistas, proponía: “Hay que alejar a los jóvenes de las plazas de toros y tabernas”. Muchas veces intervino en la Casa del Pueblo el madrileño Eugenio Noel, escritor injustamente olvidado hoy, pero que dedicó su vida a denunciar la fiesta de los toros como bárbara, sangrienta y embrutecedora, así como a denunciar los ritos y procesiones de la Semana Santa como semillero de superstición, paganismo y oscurantismo.
Y llegamos así a la II República Española, en donde una parte de la ultraderecha política se enmascara en el ambiente taurino, creando conflictos, pleitos los llamaron entonces, de los que ya casi nadie se acuerda; el de los ganaderos, el de los matadores que deseaban cobrar más si toreaban miuras, incluso un torero considerado en el culmen de su carrera, Juan Belmonte, tenía su propio pleito. ¿Y qué tenían en común todos ellos o al menos la inmensa mayoría?, pues ser profundamente conservadores, el oponerse radicalmente a la ley de Reforma Agraria de la República. Con ello consiguieron crear una inestabilidad política importante. Con motivo de los “pleitos”, se suspendieron muchas corridas, lo que en aquel momento de gran popularidad de los toros dio lugar a múltiples y graves altercados de orden público.
Uno de estos “pleitos” sobrevivió a la guerra civil española y fue el que se denominó “de los matadores mexicanos”. Por motivos cogidos por los pelos, entre otros, que los mexicanos procedían de un país revolucionario, los matadores españoles, en su mayoría profundamente conservadores, se negaron a torear con toreros mexicanos, lo que produjo nuevamente muchas suspensiones y problemas de orden público. Pero todo esto tiene una segunda parte y es ya en plena posguerra, la utilización política por el régimen franquista de uno de los toreros más famosos, Manuel Rodrigues Manolete, hijo y nieto de una familia de toreros profundamente reaccionarios de Córdoba. Pues bien, Manolete fue usado,para romper el bloqueo a que el régimen franquista estaba sometido en 1944, toreando en la ciudad de México a la par que intentando romper la preponderancia política que tenía en ese país el exilio republicano. Hay que recordar que México era la sede del gobierno de la II República en el exilio y en aquel momento se podía prever que iba a tener un destacado papel tras la victoria aliada en la II Guerra Mundial.
Hay que resaltar que en 2009 el Parlamento de Cataluña admite a trámite una Iniciativa Legislativa Popular para prohibir las corrida de toros en esta comunidad, que finalmente es aprobada por mayoría en dicho parlamento en 2010, lo que significó un gran triunfo para los partidarios del respeto a los animales y en general contrarios a las corridas de toros. Es una lástima pues, que a una parte de sus promotores, creo que les importaban poco los animales y el fin del toreo y más el buscar un símbolo de enfrentamiento entre una “tradición española” y Cataluña. Lástima otra vez porque en vez de buscar el enfrentamiento, debieran haber buscado la colaboración con quienes en el resto de España deseamos el fin de la fiesta de los toros.