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Una biografía que reivindica el legado de Petra Kelly

En 'Vida y muerte de Petra Kelly', la escritora Sara Parkin recuerda la figura de la política alemana. La cofundadora del Partido Verde fue una referencia en la izquierda europea.

Petra Kelly

«La cuestión no es si las mujeres deberían ser soldados, sino cómo podemos evitar que los hombres lo sean». Leo esta frase dicha por Petra Kelly, a 24 años de su asesinato, y recuerdo que en España también hubo una discusión similar. ¿Mili sí o mili no? ¿Mili para hombres? ¿Mili también para mujeres, que así vamos igualando? Al fin, la sensatez se impuso, cosa rara en nuestro país, y, por suerte, fue suprimido el servicio militar. Y no hizo falta que nadie reivindicara el ‘nosotras también’, cuando claramente era ‘nosotras tampoco’.

Petra Kelly ya se quejaba en los años ochenta –leo en Vida y muerte de Petra Kelly, la biografía escrita por Sara Parkin que sobre ella acaba de publicarse en Clave Intelectual– precisamente de esa igualdad malentendida que aún nos acompaña hoy en día. «Estamos tan condicionadas por los valores masculinos que hemos cometido el error de emularlos al precio de nuestro propio feminismo», decía. Y así era… y, ¡qué cosas!, así es todavía en más ocasiones de las que nos gustaría.

Pero saltemos unos años y empecemos por el final de la historia de Petra Kelly. Empecemos un lejano 19 de octubre de 1992, día en que la policía encontró el cadáver de una de las más significativas activistas y políticas alemanas de los años ochenta. La mujer que trasladó la lucha del ecopacifismo y el feminismo de la calle a las instituciones. La mujer que lideró en el Bundestag la campaña contra el desarme. La mujer que logró que Berlín pidiera perdón por el bombardeo de Gernika. Petra Kelly, la fundadora del Partido Verde, yacía descompuesta, a sus 44 años, sobre su cama en Bonn. Asesinada 19 días antes por Gert Bastian, su pareja de 69 años y esposo de otra mujer, un exgeneral del Ejército convertido al pacifismo, que después se quitó la vida.

Sara Parkin también empieza su biografía sobre la activista con esa muerte, un «suicidio convenido», según los investigadores que llevaron el caso. Su entorno nunca creyó esta tesis y apuntaban a la posibilidad de un asesinato por desamor e, incluso, a la posible vinculación de Bastian con unos documentos recién desclasificados de la Stasi. Pero poco importa ahora ya el quién y el cómo. Kelly, aquella hija de un polaco que abandonó el hogar cuando ella tenía seis años, había muerto.

Quedaba su legado que creció apoyado en las dos mujeres que marcaron su existencia, su madre, Marianne, y Omi (abuelita) Kunigunde. Poco más tarde llegaría a sus vidas un oficial de la armada estadounidense que se casó con su madre y le dio dos hermanos. La familia se mudó a EEUU, donde Petra admiró al presidente John F. Kennedy, empezó a conocer los crímenes nazis, simpatizó con la lucha por los derechos civiles de los negros… y arrancó sus primeros pasos en política.

El libro define a esta mujer como trabajadora e insistente tanto para hablar de ecofeminismo como de la lucha sin fronteras, como para lograr que el Papa recibiera en audiencia a su hermana Grace antes de morir de cáncer a los diez años, como para definir a los causantes de muchos de los problemas de nuestro mundo . «Los ricos son los que están haciendo que el mundo sea más pobre», dijo.

Petra regresó a Europa para estudiar Integración Europea, una vez licenciada en Relaciones Internacionales. A partir de ahí, primero las instituciones europeas en Bruselas, y luego Alemania fueron su meta. Una meta, en general, plagada de estorbos para las políticas de izquierdas, mucho más aun en el caso de una mujer. Cuando metió la cabeza en el Parlamento Europeo en 1973, confirmó con estupor que de los 1.625 puestos de funcionarios de alto nivel, sólo 99 estaban ocupados por mujeres.

Fue el detonante de otra de sus grandes cruzadas, la de la igualdad: «La mayor parte de las mujeres han sido subordinadas, siempre dependientes de los hombres para alcanzar su propia realización, necesitadas de ellos para alcanzar la plenitud. Esto me enfurecía y empecé a leer a Rosa Luxemburgo, en particular sus diarios de prisión, y a explorar las biografías de Alksandra Kollontái, George Sand, Emma Goldman, Helen Kerr y otras mujeres que, pese a haber dejado su sello en la historia, han sido ignoradas hasta ahora por los historiadores y eruditos masculinos».

Así fue Petra Kelly, una mujer que, tal y como recuerda este libro, luchó por reivindicar unos temas que hoy siguen de absoluta actualidad en el mundo: justicia social, ecologismo, feminismo, democracia directa, pacifismo y no-violencia. Asuntos que todavía están pendientes de resolución.

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