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Aceite de palma en Indonesia: la batalla por el agua

Artículo publicado en Carro de combate

Cuando hablo con alguien sobre mis viajes a Indonesia para investigar el aceite de palma, la mayoría de las personas con las que converso me preguntan por las mismas cosas: orangutanes en peligro de extinción, incendios, selvas destrozadas y algunos incluso sobre expropiaciones de tierras. He visto mucho de todo eso durante estos últimos meses, pero los indonesios, en general, me hablan continuamente de otra cosa: el agua.

Indonesia es el principal productor mundial de aceite de palma con, aproximadamente, un 45% de la producción mundial. Las grandes palmeras cubren cerca de 11 milliones de hectáreas, una cifra que no ha parado de crecer durante las últimas décadas, y se concentran en la isla de Sumatra y, cada vez más, en Kalimantan (el nombre que recibe la parte indonesia de Borneo) y Papua.

En Sumatra, esa gran isla situada en la parte más occidental del país, las plantaciones se suceden una tras otra en largas columnas que recorren cientos de kilómetros. “Desde aquí (South Labuhan Batu) hasta Medan sólo hay aceite de palma”, me decía Lombak, un joven sindicalista mientras mirábamos por la ventana del tren cómo las palmeras se escapaban una tras otra. Fueron más de 350 kilómetros de paisaje monótono. “En unos años tendremos una gran crisis de agua en Sumatra”, reflexionaba.

Durante la investigación para Carro de Combate, visité tres provincias diferentes de la isla de Sumatra: Aceh, Riau y Sumatra Utara. Y en todas, de una u otra manera, el agua era la principal preocupación de sus habitantes. En Aceh Tamiang, uno de los distritos de la provincia de Aceh, una gran inundación en 2006 hizo perder a muchos sus casas y sus cosechas. “La deforestación fue la principal causa de las inundaciones”, explicaba Rudi Putra, un activista medioambiental de la región. Un informe del Banco Mundial respalda su argumento. Aceh Tamiang se sitúa en el corazón del llamado ecosistema Leuser, una selva tropical que da refugio a especies únicas como el orangután, el tigre, el rinoceronte o el elefante. Y el aceite de palma, junto a la minería y las plantaciones papeleras, es uno de sus principales enemigos.

Después de perder sus casas, muchos habitantes del distrito de Aceh Tamiang tuvieron que mudarse y recomenzar sus vidas. Ahora miran al río con miedo. Pero la fuerza del agua no es su única preocupación. El aceite de palma es una planta sedienta que está secando sus acuíferos. “Es el primer año que tengo que comprar agua. ¡Es muy cara!”, me decía Tengku Zainah, una ama de casa que perdió todo en las inundaciones de 2006.

En Riau, la más afectada por los incendios, el drenaje del agua que normalmente está atrapada en las tierras de turba es la principal causa de que cada año las llamas devoren miles de hectáreas. Los incendios son tan intensos que entre agosto y octubre buena parte del Sudeste Asiático suele estar cubierta de una densa nube de humo. “La turba cuando está seca es como gasolina”, explicaba Woro Supartinah, coordinadora de la ONG Jikalahari, que monitoriza a través de información satélite estos fuegos. El agua es de nuevo clave para evitar que esto ocurra, y las comunidades han empezado ahora a poner presas en los canales de drenaje para controlar el nivel de humedad y que el suelo no arda de nuevo cuando en agosto comience la época seca.

En Sumatra Utara, aunque también en las otras provincias, los habitantes veían cómo el poco agua que les quedaba apenas tenía vida. Los habitantes lo atribuyen a los químicos utilizados en las plantaciones. “En la parte alta del río, donde no hay plantaciones, aún hay dragones voladores. Aquí abajo, ya no”, explicaba Husaini, un activista de Aceh Tamiang.

Busqué dragones voladores durante todo mi viaje y no vi ninguno. Aunque sí visité zonas en las que la jungla todavía es la nota que predomina o donde se están intentando recuperar los ciclos de agua para evitar inundaciones como la de Aceh. La industria del aceite de palma es un duro contrincante, pero muchos habitantes de Indonesia no se están quedando con los brazos cruzados.

* Este relato es parte de nuestro cuaderno de bitácora sobre la investigación que estamos realizando de la industria del aceite de palma. Puedes leer aquí los capítulos sobre Colombia y Camerún. Si nos quieres ayudar a que podamos destinar más tiempo y recursos a investigar esta importante industria, puedes hacerte mecenas de Carro de Combate. Más información aquí.

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