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La UE se rinde ante el lobby de la mala alimentación
"La industria no busca anclarse en la posición negacionista sobre las propiedades de los alimentos, sino una más sofisticada: la confusión", sostienen los autores.
El lobby de la alimentación industrial ha logrado un éxito importante y muy deseado para lo que ha sido durante los últimos años su gran caballo de batalla en contra de los derechos de los consumidores. Acaba de salir adelante en el Parlamento Europeo una propuesta promovida por el Grupo Popular, Grupo Liberal y Grupo Socialista de eliminar la pieza clave del Reglamento Europeo sobre declaraciones nutricionales y saludables (Reglamento CE 1924/2006), los llamados perfiles nutricionales, con la excusa estrambótica de eliminar burocracia para “hacer más simple y legislación de la UE para reducir los costes de regulación”. La pregunta que se estarán haciendo es la siguiente: ¿qué son los perfiles nutricionales?, ¿por qué son tan importantes?
Los perfiles nutricionales han sido reconocidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como una herramienta imprescindible y fundamental para la aplicación de las regulaciones en materia de mala alimentación y, muy especialmente, en la regulación de la publicidad de alimentos insanos a la población infantil, así como la generación de políticas fiscales para la mejora de acceso a alimentos saludables y desincentivar el consumo de insanos. Por tanto, estos perfiles que quiere eliminar la UE, los mismos que tenía en encargo de desarrollar, constituyen ni más ni menos que el sistema para diferenciar entre los alimentos y bebidas que son más propensos a ser parte de una dieta insana y los que no. En concreto, aquellos alimentos que pueden contribuir al exceso de consumo de energía, grasas saturadas, grasas trans, azúcar o sal, justamente lo que quiere evitar a toda costa la industria alimentaria, para seguir vendiendo sus productos en un totum revolutum, donde los consumidores no podamos distinguir.
No se trata de un asunto baladí, la industria no busca anclarse en la posición negacionista sobre las propiedades de los alimentos, sino una más sofisticada: la confusión. Donde nada sea claro, toda sea cuestionable. De hecho lo están haciendo bien cuando vemos un gran número de personas que cuando se aborda el tema de los alimentos insanos y los efectos en la salud, acaban argumentando que “de algo hay que morir”. Efectivamente, de algo hay que morir y ese algo es la alimentación insana. Cuando se analizan los datos sobre salud, riesgos sanitarios, causas de muerte y enfermedad, tanto en el mundo como en toda la UE, aparece una evidencia realmente dramática: comer nos enferma. Seguida de otras evidencias: comer es lo que más nos enferma. Comer nos enferma cada vez más.
No existe una razón única que explique la actual epidemia de alimentación insana, es la combinación de una serie de factores, pero el más importante de todos ellos es sin duda el cambio de nuestro patrón alimentario que ha supuesto un incremento muy significativo del consumo de alimentos con alto contenido de grasas insanas, azúcares añadidos y sal. En el Estado español, por ejemplo, ha aumentado el consumo de estos tres componentes críticos entre un 40-70%. Actualmente el 70% de nuestra dieta está basada en alimentos procesados.
Según los últimos datos del macroestudio Global Burden of Disease (Coste mundial de la enfemedad), que publicó recientemente The Lancet, es una dieta inadecuada el factor de riesgo que más problemas causan en nuestra salud y es responsable del 21% de las muertes evitables. Lo podemos decir de otra manera: casi una de cada 4 personas que muere en el mundo lo hace a causa de una dieta inadecuada y esa muerte seria evitable. Uno de cada tres personas en el mundo padece de obesidad, un 23% más que en 1980. En Europa la cifra se eleva al 58%, es decir, una de cada dos.
La finalidad del Reglamento al que hacíamos referencia es garantizar un elevado nivel de protección del consumidor introduciendo la evaluación científica como requisito previo para poder realizar una declaración nutricional o de propiedades saludables sólo se podrán hacer declaraciones de propiedades saludables en alimentos o categorías de alimentos que cumplan un determinado perfil nutricional. Por ejemplo, un producto como Kekos de Bimbo, que se publicita como “divertidamente saludable”, no podría hacerlo (de hecho, no tiene permitido hacerlo) ya que contiene un 22% de azúcares y un 13% de grasas. O productos como Actimel, de Danone, con más de un 14% de azúcares añadidos tendrían difícil poder utilizar un reclamo sanitario como “ayuda a tus defensas”. Puede que la minidosis de vitamina B6 que incorpora ayude a las defensas, pero a cambio ayuda mucho más a provocar diabetes o sobrepeso.
La industria alimentaria se ha convertido en un agente poderosísimo con enorme capacidad de condicionar el sistema de producción y consumo alimentario. Su enorme peso también influye de manera notable sobre las decisiones políticas habiéndose convertido en uno de los principales lobbys en el mundo y también en el Estado y el resto de administraciones. Por esta razón, con su estrategia de no diferenciar alimentos con buen o mal perfil nutricional, lograron bloquear desde el 2006 que se aprobara el desarrollo específico de estos perfiles, aunque ya existe un borrador realizado por la propia UE. Bloqueo que ahora quieren convertir directamente en eliminación.
No obstante, algunos países europeos como Reino Unido, Noruega y Dinamarca han desarrollado y establecido sus propios perfiles nutricionales, los cuales han sido utilizados por la OMS para desarrollar en el año 2009 una guía de principios y un manual para ayudar a los Estados miembros al desarrollo de regulaciones.
Es imprescindible que las organizaciones sociales y de consumidores seamos conscientes de este nuevo embate del lobby alimentario y seamos capaces de exigir que la Comisión Europea paralice esta iniciativa y apruebe de una vez por todas los perfiles bloqueados desde el 2006 para proteger nuestro derecho a una alimentación sana y adecuada.
Javier Guzmán es director de VSF Justicia Alimentaria Global.
Ferran García es coordinador de investigación de VSF Justicia Alimentaria Global