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Primera querella por crímenes de género durante el franquismo

Los testimonios de seis mujeres represaliadas conforman la denuncia presentada por Women’s Link, que se suma a la causa abierta en Argentina. La violencia específica contra las mujeres, consideradas históricamente como botín de guerra, no está ni siquiera reconocida en la Ley de Memoria Histórica.

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«Ahora ya no parirás más, puta bruja», le dijeron a Lidia Falcón mientras le golpeaban el estómago y el hígado. La reconocida abogada feminista fue detenida siete veces entre 1960 y 1974 acusada de los delitos de opinión y de asociación ilícita; fue procesada y encarcelada en la prisión de Yeserías de Madrid y en la Trinidad de Barcelona. Ella todavía está viva para contarlo. A Daría y Mercedes Buxadé las examinaron para comprobar su virginidad. Después fueron violadas por un grupo de falangistas y, finalmente, asesinadas. Ellas ya no pueden contarlo. Ni tampoco Pilar Sánchez, a quien violaron repetidamente y arrastraron hasta las puertas del cementerio tras matarla. Ni Matilde Landa, una destacada militante comunista, que se tiró por la ventana de la enfermería de la cárcel y fue bautizada mientras agonizada. Ni Margalida Jaume, violada también estando embarazada. Son los testimonios que conforman la primera querella presentada por crímenes de género durante el franquismo. Cuatro de ellas siguen desaparecidas en la actualidad.

“Ninguna causa que investigue las violaciones de derechos humanos puede estar completa si no contempla los crímenes que se cometieron contra las mujeres por el hecho de serlo”, afirma Glenys de Jesús, directora legal internacional de Women’s Link, la organización que se ha sumado a la causa que instruye la jueza María Servini en Argentina.

La violencia específica contra las mujeres, consideradas históricamente como botín de guerra, no está ni siquiera reconocida en la Ley de Memoria Histórica aprobada por el Gobierno de Zapatero en 2007. Entre los crímenes de género, Women’s Link cita la violencia sexual, ejercida por los funcionarios de prisiones o por falangistas que entraban en las cárceles a “visitar” a las mujeres de manera recurrente; las torturas, con especial incidencia en los insultos, las descargas eléctricas en zonas genitales y golpes en el bajo vientre y en el estómago para impedir la reproducción; los robos de bebés; y el rapado y la purga con aceite de ricino.

“Durante muchas décadas, el silencio en torno a la represión que padecieron las mujeres ha sido desolador. Las mujeres, las republicanas, las rojas no existían pero vivieron un auténtico calvario”, sostiene Bartomeu Garí, perito en la querella y miembro de la junta directiva de la Asociación de la Memoria Histórica de Mallorca, de donde proceden la mayoría de las seis historias incluidas.

Women’s Link recuerda el retroceso que supuso la dictadura para los derechos que habían comenzado a conquistar las mujeres durante la II República. «Así se redefinió el rol de las mujeres que, en la sociedad nacional-católica, pasó a tener que cumplir con el ideal sumiso de madre y esposa y cuya participación quedaba reducida al ámbito privado y familiar. Por este motivo, se persiguió y castigó a las mujeres que se hubieran atrevido a salir de ese ámbito doméstico y especialmente a las que participaron en actividades políticas contrarias al régimen», añade la organización.

Individuas de dudosa moral

Las que no encajaban en los valores e imagen de la mujer construida por el franquismo eran individuas de dudosa moral, como recoge la investigadora Pura Sánchez en el libro del mismo nombre (Crítica, 2009).

Según explica Sánchez, la moralidad, en lo que a las mujeres se refiere, “se basaba en ser buenas esposas y madres, que educaban a sus hijos en los preceptos del cristianismo, que vestían sin sobrepasar los límites del pudor y la modestia, que no se maquillaban, que no llamaban la atención, que no alzaban la voz ni hacían oír sus opiniones donde había hombres, que no se permitían tener una opinión diferente de la de su padre o su marido, que no salían de su casa, que no iban al cine ni leían libros desaconsejados por los confesores, en definitiva, mujeres cuyo norte y guía de conducta era la Virgen María (…) Mujeres, en definitiva, menores de edad crónicas, silenciadas, invisibles y recluidas en sus hogares, de los que no debían salir excepto para realizar, si acaso, algunas labores propias de su sexo”.

La obra de Sánchez rescató del olvido a esas mujeres y desencadenó que la Junta de Andalucía las reconociera por primera vez en España como víctimas específicas del franquismo. Muchas de ellas nunca se atrevieron a solicitar las ayudas que el Gobierno autonómico había establecido. Muchas de ellas murieron con el miedo metido en el cuerpo.

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