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Luces y sombras del plan Obama
"Si Obama hubiera querido realmente hacer de la lucha contra el cambio climático uno de los ejes de su política, tuvo en Copenhague una oportunidad única para anunciarlo, y ha tenido ocho años para desarrollarlo", sostiene el autor
En diciembre de 2009, en Copenhague se esperaba la llegada de Obama como un factor determinante para que la Cumbre del Clima tuviera éxito. El recién elegido presidente de EEUU se iba a pasar antes por Oslo a recoger nada menos que el Premio Nobel, y la comunidad internacional esperaba que en el acto de recogida Obama hiciera un anuncio que rompería la parálisis en que se encontraba todo el proceso de lucha contra el cambio climático. No fue así. Obama no dijo nada, y pasó por Copenhague con más pena que gloria, dejando que las negociaciones se hundieran definitivamente.
Estaba entonces el presidente al comienzo de su mandato, y un compromiso claro y contundente hubiera sin duda cambiado la realidad en la que hoy estamos inmersos, y rectificado el rumbo de la grave crisis climática hacia la que vamos.
El anuncio de Obama de darle un giro a su política energética con un objetivo concreto de reducción de emisiones de origen energético hasta el 32%, tomando como base el año 2005, debe valorarse en toda su importancia, pero hay que analizar también las debilidades de su anuncio.
Con una Cumbre del Clima en París a la vuelta de la esquina, que no ha conseguido despertar el entusiasmo global necesario que requiere una nueva política contra el cambio climático, el anuncio de Obama es, como lo fue la encíclica del Papa Laudato Sí, una ocasión para poner la cuestión climática en la agenda mediática y quizás política (ya se verá), y eso es un virtud indudable.º
En clave de política interna norteamericana, con una California en la que a una larga sequía le ha seguido un verano plagado de incendios forestales, la preocupación por el cambio climático crece entre su opinión pública. Aunque no podemos olvidar que es el país en el que el negacionismo climático ha establecido su base, y donde obtiene de la industria de los combustibles fósiles los recursos que promueven el discurso más reaccionario y antiecologista, y que por tanto cualquier movimiento en sentido contrario será respondido con dureza demagógica por la oposición republicana.
Ahora bien, el anuncio llega tarde, y es insuficiente. Llega tarde porque, si Obama hubiera querido realmente hacer de la lucha contra el cambio climático uno de los ejes de su política, tuvo en Copenhague una oportunidad única para anunciarlo, y ha tenido ocho años para desarrollarlo. Por el contrario, en estos ocho años ha tomado medidas que han facilitado la extracción de combustibles fósiles muy contestadas por los ecologistas, que van desde la apertura del Ártico a la explotación petrolífera, pasando por el impulso al ‘fracking’ o las facilidades al carbón.
Los objetivos establecidos por Obama son mucho menos ambiciosos que los insuficientes objetivos de la UE. No podemos con estos datos echar las campanas al vuelo, ni valorar como excelente lo que sólo es un paso. Un aspecto que debilita el Plan de Obama es que el año de referencia sea 2005, en vez de 1990, en el que se basó el Protocolo de Kioto; y que los objetivos establecidos se reduzcan a la generación de energía, y no al conjunto de las emisiones del país. No cabe duda que tendrá un impacto muy positivo sobre la industria de energías renovables, algo que por cierto, la ceguera del Gobierno español de Rajoy abandonó y que ya estamos pagando con creces…
En todo caso, demos la bienvenida a Obama a la lucha contra el cambio climático y esperemos que sus palabras sean mucho más que eso. Reclamamos que el plan presentado sea un primer paso para una política mucho más ambiciosa de cambio, y que al mismo sigan nuevas iniciativas mucho más profundas y de mayor recorrido. La comunidad internacional debe exigir mucho más al país que mayor responsabilidad histórica tiene con el cambio climático.