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Apuntes sobre el paciente cero: antropología en los tiempos del ébola

Un equipo de investigación formado por profesionales de la antropología y la epidemiología ha recabado información fundamental para evitar la transimisión del virus del ébola entre las comunidades afectadas en África

El inicio de la historia de este brote de ébola nos resulta, a estas alturas, familiar: el 22 de marzo, el Ministerio de salud de Guinea anunció que se había declarado un brote de ébola, el primero en la historia de la región. Desde entonces, el virus ha avanzado y atravesado fronteras: por el oeste, hasta Sierra Leona, por el sur hasta Liberia y, más recientemente, por el norte hasta Senegal. Los casos de la enfermedad en Lagos y en Port Harcourt, Nigeria, han puesto en alerta máxima a países de toda la región. En lugares tan alejados como Kenia, hay carteles públicos que informan sobre las formas de transmisión. Con ya casi 4.800 personas infectadas y más de 2.400 muertos, la OMS ha declarado el brote «un acontecimiento extraordinario» y exige a los organismos de asistencia, tanto gubernamentales como no gubernamentales, que le presten una atención absoluta. Mientras crecen los niveles de hostilidad hacia cooperantes y sanitarios extranjeros y los esfuerzos para retirar los cadáveres y hacer cumplir la cuarentena se vuelven cada vez más violentos, rastrear los contactos contagiosos se ha vuelto prácticamente imposible. Después de la muy sonada infección por ébola de personal médico extranjero, los medios se han llenado de inquietantes imágenes de doctores enfundados en trajes protectores y residentes huyendo de la policía antidisturbios que intenta acordonar los barrios. Twitter y las páginas de Facebook están plagadas de previsiones apocalípticas, rumores y acusaciones por el fracaso a la hora de cortar de raíz el avance del virus.

Desde el punto de vista de los científicos sociales que trabajan en el contexto de las políticas de salud global, hay mucho que decir sobre los fallos en las medidas de bioseguridad, el trasfondo racista de muchas de las representaciones mediáticas, las historias de violencia dentro de las débiles infraestructuras sanitarias y la tergiversada y mal entendida resistencia a los procedimientos biomédicos. Lo destacable de este comentario es que no tiene lugar en los márgenes, sino que se articula en los informes de la OMS. Mientras el brote continúa, queda claro que las herramientas convencionales de contención están fallando; el ritmo de la transmisión ha bajado principalmente en las áreas donde la población ha tomado sus propias medidas de protección. Con la esperanza de acceder a estos recursos comunitarios, los antropólogos han sido llamados a formar parte de los equipos de contención y sus opiniones etnográficas se solicitan cada vez más. Como en otros casos de emergencia, la urgencia de una acción inmediata para controlar el ébola a menudo va en contra de las exigencias de una metodología de investigación lenta y reposada. La cuestión sigue siendo: ¿cómo emplear mejor los conocimientos etnográficos para que contribuyan a las prácticas de contención? ¿Qué hace un antropólogo cuando se enfrenta a las necesidades de salud pública inmediatas durante un brote?

Representamos a un equipo antropológico involucrado en un proyecto interdisciplinar sobre otra fiebre viral hemorrágica endémica en zonas de África occidental, la fiebre de Lassa (LAROCS). Coordinados por Charité Berlin, el proyecto nació para investigar e intervenir en la propagación del virus desde las ratas – su principal reservorio – a los humanos. Cuando se identificó por primera vez el brote de ébola en Guinea, se pidió a nuestra colega Almudena Marí Sáez que se uniese a dos intervenciones de contención del ébola. (…) Basándose en la actual hipótesis de que los murciélagos eran el vector primario, Almudena pidió información sobre el comportamiento de los murciélagos a la gente que convive con ellos (y a veces los consume). Al ampliar las investigaciones ecológicas mediante una detallada descripción etnográfica de las relaciones entre murciélagos y humanos, el equipo integró los comportamientos de los murciélagos -hábitos de descanso, preferencias alimentarias- con la mirada antropológica sobre los espacios y prácticas domésticas -cocinar, rezar, almacenar comida- esclareciendo así qué situaciones de proximidad pueden permitir la transmisión del virus. (…)

Este tipo de trabajo etnográfico es intenso y su comprensión de los mecanismos de transmisión primaria es todavía, como mucho, preliminar. Sin embargo, incluso en esta temprana etapa, la atención a las modalidades de existencia multiespecie abre nuevos campos a la investigación en situaciones de brote, profundiza en la comprensión de la transmisión primaria y ofrece explicaciones más ricas sobre cómo se propaga el ébola. El extendido rumor de que el ébola no es real se apoya en el hecho de que estas comunidades han convivido con estos animales y en este entorno «durante siglos» y nunca antes habían visto esta enfermedad. La epidemia se asocia, en cambio, a prácticas nunca antes vistas o sacadas de contexto, como desinfectar casas, levantar barreras o llevar a familiares a un hospital del que nunca salen. La enfermedad se convierte entonces en una extensión lógica de los esfuerzos de los oficiales del gobierno y los extranjeros para mantener a los residentes alejados del bosque.

Mientras el brote continuaba ganando velocidad, Almudena y Matthias Borchert, un epidemiólogo clínico y el principal investigador de LAROCS, se unieron a un equipo liderado por el Ministerio guineano de salud y Médecins sans Frontières, para llevar a cabo una investigación sobre la percepción de los intentos de contención del ébola dentro de la comunidad. En concreto, la cuestión era averiguar por qué algunos grupos recibían bien a los equipos de respuesta médica y otros, en cambio, no. Las discusiones en profundidad con las comunidades resaltaban la importancia de los ritos funerarios, ocasiones críticas en la transmisión y fuente de problemas para la salud pública. Para las comunidades con las que hablamos, la muerte es un viaje y para este viaje uno necesita ir equipado con materiales, como ropas que deben ser lavadas y planchadas antes de cerrar el ataúd. La persona fallecida puede también transportar cosas para otros que se encuentren en el más allá. Asistir al entierro, incluso entrar en contacto físico con el cuerpo, es visto como una obligación no sólo para con los vivos, sino también para con los allegados muertos con anterioridad.

Este tipo de información permite entender que cambiar las prácticas funerarias no es simplemente una cuestión de mejorar la higiene, sino también una perturbación del tejido social de las relaciones de parentesco. Truncar estas formas de contacto con los muertos está al mismo nivel que cortar los lazos con los vivos, implica una separación forzosa con el presente además de con el pasado. La atención etnográfica a la organización concreta de entierros y las dinámicas sociales del duelo tienen una enorme relevancia epidemiológica: el registro detallado de los asistentes fueron un instrumento crítico a la hora de rastrear los contactos interpersonales.

El innovador trabajo en el contexto de los brotes de antropólogos como Barry y Bonnie Hewlett, Julienne Anoko o Alain Epelboin ha subrayado el importante papel que puede jugar la investigación etnográfica junto a los equipos médicos y las comunidades afectadas. Este papel incluye el desarrollo de prácticas funerarias que sean seguras pero incorporen la necesidad profundamente arraigada de las personas de atender adecuadamente los cuerpos de sus seres queridos, o el intento de tomar en serio los rumores y el reparo y usar esta información para construir relaciones de confianza entre los equipos externos y las comunidades afectadas. De esta forma, el trabajo etnográfico puede ayudar a romper los estereotipos o, como los llama Annie Wilkinsons, «las narrativas simples que culpan de la epidemia a la gente del lugar».

En el contexto de un brote, los antropólogos se encuentran a menudo entre los pocos profesionales que quieren «estar ahí». Hubo varias ocasiones en que Almudena y Matthias eran los únicos visitantes que podían permanecer en un pueblo el tiempo suficiente como para hablar con la gente y, más importante aún, escuchar sus preocupaciones. Para contener esta epidemia debemos aceptar las dinámicas del miedo y las obligaciones del cuidado en un contexto donde todo el mundo está asustado. Es una perogrullada antropológica, pero implica ver las poblaciones no como un obstáculo para detener la propagación, sino como nuestro único recurso.

 

* Artículo original publicado en inglés por Almudena Marí Sáez, Ann Kelly y Hannah Brown  el 16 de septiembre de 2014 en Somatosphere.

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Comentarios
  1. Soy epidemiologo y médico salubrista y os quiero felicitar (a vosotras, a las traductoras, y a las autoras) por este artículo y lo que defiende: si queremos ser más eficaces hay que defender de verdad el trabajo interdisciplinario. Cuando investigue un brote,…¡Yo quiero un antropólogo/a al lado mío, por favor!

  2. eso de que no hacemos nada por remediar lo que ocurre en africa no es verdad. yo denuncio todas las injusticias que pasan alli, el saqueo de sus recursos naturales, la explotacion de sus gentes, la imposicion de dictaduras promovidas por occidente, experimentos a los africanos como si fuera un laboratorio etc. si un perro no se prueba que tiene una enfermedad contagiosa, porque matarlo? tiene un dueño, una vida tambien como ser vivo e inteligente que es. para ti solo es un perro. todavia no te has dado cuenta de la farsa que estan montando los de arriba con lo del ebola? esta todo claramente orquestado. no hables sin saber e informate bien antes de hablar.y el ebola no se contagia. quieres ser uno mas de los borregos que se lo creen todo antes de contrastar los hechos? sigue asi y si quieres pruebas la vacuna de los americanos contra el ebola, seguro que ese virus si que se contagia, el otro no.

  3. Un gran articulo, gracias por ayudar a ampliar nuestra visión del ébola y romper los estereotipos como: «el mal viene del áfrica» o «la antropología no sirve para nada» Gracias!

  4. Sin mesura ninguna, mientras miles de personas mueren sin ayuda alguna en África a causa del Ébola y mientras desde nuestras confortables vidas no hacemos nada por remediarlo, cerca de ¡400.000 españoles! piden al gobierno, ese mismo que es incapaz de controlar la infección entre humanos, que no sacrifique a un cánido sospechoso de tener la mortal enfermedad. Es más, varias decenas de personas protestan (como si les fuera la vida en ello) y se enfrentan a la policía ¡al grito de asesinos! para impedir que los servicios sanitarios se llevaran al susodicho perro. Pero ¿es que nos hemos vuelto locos? ¿es que hemos perdido todo sentido de la responsabilidad y de la mesura? http://diario-de-un-ateo.blogspot.com.es/2014/10/la-vergonzante-estulticia-espanola.html

    • Tu comentario es muy bueno para entender lo necesario de interiorizarse con las prácticas sociales de las diferentes culturas: en España el perro es tan importante que prefieren no sacrificarlo a pesar de las altas probabilidades de transmisión del ébola y en Africa prefieren seguir en contacto con sus muertos a pesar del alto grado de contagio. Hasta que punto esta dos prácticas entienden del peligro? Será solo tarea del antropólogo concientizarlos? Las organizaciones mundiales, ¿no deberían reconocer y aceptar estas diferencias culturales y actuar acorde a ellas?

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