Internacional

La mala gestión de cultivos ahoga los ecosistemas de Latinoamérica

El aumento de la agricultura, el mercado de los biocombustibles y la quema desenfrenada de vegetación está alterando peligrosamente el ciclo del nitrógeno, fundamental para mantener la biodiversidad

Javier Salas // El nitrógeno es un elemento esencial para la vida. Lo necesitan las plantas para la fotosíntesis y es imprescindible para la construcción de otros compuestos orgánicos y proteínas, una pieza clave en el delicado rompecabezas de la biodiversidad. Pero el nitrógeno es muy escurridizo, la mayor parte está en la atmósfera y solo una pequeña proporción está accesible para entrar en el ciclo de la vida gracias a microorganismos que lo fijan en el suelo para que lo usen las plantas. En los últimos años, se ha descubierto que determinadas actividades humanas, como producciones agrícolas y procesos industriales, están multiplicando la emisión de nitrógeno reactivo a la atmósfera, alterando gravemente ese frágil ciclo.

El nitrógeno escasea donde más se necesita y se deposita en zonas en las que puede tener efectos muy nocivos para la biodiversidad que todavía se están cuantificando. Ahora, un estudio publicado en Science alerta sobre la grave deriva que esta situación está generando en América Latina por culpa del cultivo de soja, el mercado de los biocombustibles, las explotaciones ganaderas, la quema desenfrenada de vegetación y otras actividades humanas que deben corregirse por medio de políticas regionales.

En concreto, alertan la ecóloga Amy Austin,  investigadora de CONICET en la Universidad de Buenos Aires y sus colegas, cuatro de los ocho principales focos de biodiversidad de latinoamérica estarán en 2050 ahogándose en niveles dañinos de nitrógeno si no se le pone remedio. La ecorregión del Cerrado, en Brasil; la mata atlántica, comprendida entre Argentina, Paraguay y Brasil; la Sierra Madre mexicana; y el llamado Chocó biogeográfico, una zona de ricas planicies que se extienden desde Panamá hasta Perú, pasando por Colombia y Ecuador.

Todas estas regiones corren el riesgo de sufrir los efectos de ese inapropiado nitrógeno reactivo que se considera tan peligroso para la biodiversidad como el cambio climático, las especies invasivas y el mal uso y abuso de las tierras. Y que en este caso, se suman. La deposición de nitrógeno reactivo en determinados ecosistemas provoca cambios en la composición y diversidad de las especies de plantas e incluso impulsa el desarrollo de patógenos peligrosos que podrían multiplicarse inesperadamente gracias a ese suplemento alimenticio.

Políticas sostenibles e inclusivas

En América Latina, la conversión de ecosistemas naturales para el cultivo de la soja —que supone el 40% de la producción mundial— ha tenido un impacto importante sobre el ciclo de nitrógeno por la destrucción y la quema de la vegetación natural para preparar las tierras para cultivar esta leguminosa. Además,  la exportación de grano de soja, que es rico en nitrógeno, supone una importante pérdida de este elemento para ecosistemas como La Pampa argentina, según explica Austin. “La quema de ecosistemas para reconvertirlos aumenta los compuestos gaseosos de nitrógeno que se trasladan a la atmósfera, que después se depositan de vuelta en otros ecosistemas. Esto supone que cruza fronteras y por eso es un problema que tiene que afrontarse a nivel regional”, afirma Austin.

Se calcula que cada año se queman en América Latina 150.000 kilómetros cuadrados de biomasa para limpiar zonas que se quieren dedicar al cultivo. “Otras actividades”, continua Austin, “como la actividad industrial, la urbanización de determinados entornos y los obsoletos sistemas de tratamiento de aguas residuales también concentran nitrógeno, lo que puede tener consecuencias potencialmente negativas para la salud tanto de los ecosistemas como de los seres humanos”. El estudio advierte de que “debe detenerse la destrucción de algunas de las mayores áreas intactas de los ecosistemas tropicales más diversos” por la mala gestión de los cultivos.

Los autores no piden que deje de dedicarse espacios a la agricultura, sino que se haga con cabeza y teniendo en cuenta la importancia del ciclo del nitrógeno. “Aunque se ha afirmado que ya se ha dedicado suficiente tierra para la producción sostenible de bienes y servicios, la mayor parte de estas tierras están explotadas de manera ineficiente, sobre todo en el sector ganadero. El aumento del uso eficiente de la tierra ya cultivada debería ser una prioridad”, concluyen los autores del estudio, de ocho instituciones científicas de cinco de los países latinoamericanos más afectados: Brasil, Argentina, México, Bolivia y Venezuela.

Austin asegura que es necesario promover un esfuerzo en el conjunto de la región para intentar tener una política más inclusiva, que reduzca la desigualdad social, que a su entender es una pieza clave del uso correcto de cultivos y explotaciones. “Nosotros creemos, como científicos, que la creación de instituciones políticas y académicas más inclusivas e independientes son requisitos necesarios para mitigar el impacto humano sobre el ciclo de nitrógeno. Y, en paralelo, es algo que podría ayudar con otros desafíos relacionados con el desarrollo sostenible”, asegura la investigadora.

[Artículo publicado en Materia]

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Comentarios
  1. Lo que dice el estudio es que el impacto humano también se ve reflejado en la alteración del ciclo del N. Textualmente dice «LA must address uncontrolled urbanization, agricultural production, social inequity, and destruction of natural resources» «America latina debe abordar la urbanización descontrolada, la producción agrícola, las desigualdades sociales y la destrucción de recursos naturales», un proceso que se ha disparado debido a la aplicación de políticas neoliberales. Brasil, Bolivia, Paraguay, Argentina, Mexico o Venezuela deben reorientar sus políticas de introducción de megamonocultivos de algodón, soja o maiz, variantes alteradas genéticamente en su mayoría por cierto. La única vía posible para un crecimiento sostenible es la explotación racional con el uso de policultivos menos vulnerables a plagas autóctonas para evitar el uso de fertilizantes y pesticidas químicos, una reforma agraria que de salida a los pequeños agricultores evitando la masiva emigración a los meganúcleos urbanos, y una absoluta y rigurosa regulación de transgénicos y de los precios de mercado.

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